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A un año del drama del balcón en Punta Mogotes, la causa está archivada y el único imputado sería sobreseído

Por el derrumbe murieron una mujer y su hija de 3 años. Hoy, en el lugar nadie quiere hablar del tema. El edificio luce como nuevo, pero la gente evita pasar por esa vereda.

La causa que investiga cómo y por qué los balcones del edificio de Punta Mogotes se derrumbaron y aplastaron a una joven mamá y a su hija de 3 años está archivada y el único imputado, el hombre que tenía a cargo la administración del edificio desde 1997, pronto -a más tardar en un año- podría recibir el sobreseimiento.

El pedido ya lo planteó el abogado que representa al ex administrador Jorge Bianchi, pero el fiscal Pablo Cistoldi negó tal posibilidad. En cambio, envió la causa a archivo. «El archivo no cierra el caso y en caso de que algo se me haya pasado por alto en la investigación, la familía de las víctimas tienen la posibilidad de actuar», explicó el fiscal a este diario.

Cistoldi llegó a la conclusión que quien levantó el edificio hace 42 años, un constructor ya fallecido, no llevó adelante lo que indicaban los planos. «Esa persona lo modificó y fue para peor. Luego no encontramos signos de advertencias, una rajadura, nada que indicara tal desenlace». La responsabilidad tampoco recayó sobre quien administraba el consorcio al momento del derrumbe.

Su abogado, Martín Bernat, sostiene que «no hay ningún tipo de prueba para mantener la acusación». Por lo tanto, señala, «si no hay prueba para imputar, lo que corresponde legalmente es el sobreseimiento». En la causa, el ex administrador había sido imputado por «homicidio culposo».

«Se demostró que el edifico estaba bien mantenido y que la rotura se debió a un horror de construcción, un desastre. Los planos decían una cosa y se hizo otra. Se usaron hierros más débiles, no se entiende. Esa mala praxis no era observable ni siquiera por un perito», explicó Bernat.


Los balcones del edifico de Puan y Acevedo cayeron arrastrados por una saliente que asomaba desde la azotea, voladizos sobre los que se construyeron maceteros. Semejante sobrecarga no estaba contemplada en el cálculo estructural, coincidieron los peritos, dos arquitectos y un ingeniero civil, que actuaron en la causa.

A un año del drama del balcón en Punta Mogotes, la causa está archivada y el único imputado sería sobreseído

Por el derrumbe murieron una mujer y su hija de 3 años. Hoy, en el lugar nadie quiere hablar del tema. El edificio luce como nuevo, pero la gente evita pasar por esa vereda.


El edificio donde sucedió la tragedia balcón en Punta Mogotes, el 31 de diciembre de 2018. Foto: Maxi Failla

La causa que investiga cómo y por qué los balcones del edificio de Punta Mogotes se derrumbaron y aplastaron a una joven mamá y a su hija de 3 años está archivada y el único imputado, el hombre que tenía a cargo la administración del edificio desde 1997, pronto -a más tardar en un año- podría recibir el sobreseimiento.

El pedido ya lo planteó el abogado que representa al ex administrador Jorge Bianchi, pero el fiscal Pablo Cistoldi negó tal posibilidad. En cambio, envió la causa a archivo. «El archivo no cierra el caso y en caso de que algo se me haya pasado por alto en la investigación, la familía de las víctimas tienen la posibilidad de actuar», explicó el fiscal a este diario.


Poco después del derrumbe, cuando se vino abajo el balcón que mató a una madre y su hija.

Cistoldi llegó a la conclusión que quien levantó el edificio hace 42 años, un constructor ya fallecido, no llevó adelante lo que indicaban los planos. «Esa persona lo modificó y fue para peor. Luego no encontramos signos de advertencias, una rajadura, nada que indicara tal desenlace». La responsabilidad tampoco recayó sobre quien administraba el consorcio al momento del derrumbe.

Su abogado, Martín Bernat, sostiene que «no hay ningún tipo de prueba para mantener la acusación». Por lo tanto, señala, «si no hay prueba para imputar, lo que corresponde legalmente es el sobreseimiento». En la causa, el ex administrador había sido imputado por «homicidio culposo».


Agustina Ferro y su hija, las víctimas del derrumbe en Punta Mogotes.

«Se demostró que el edifico estaba bien mantenido y que la rotura se debió a un horror de construcción, un desastre. Los planos decían una cosa y se hizo otra. Se usaron hierros más débiles, no se entiende. Esa mala praxis no era observable ni siquiera por un perito», explicó Bernat.
Los balcones del edifico de Puan y Acevedo cayeron arrastrados por una saliente que asomaba desde la azotea, voladizos sobre los que se construyeron maceteros. Semejante sobrecarga no estaba contemplada en el cálculo estructural, coincidieron los peritos, dos arquitectos y un ingeniero civil, que actuaron en la causa.

La saliente de hormigón se desprendió y barrió los balcones que daban a la calle Puan, del primer y segundo piso. Agustina Ferro y su hijita India Luzardi miraban la vidriera de un local de ropas y quedaron bajo los escombros, el 29 de diciembre de 2018. Su esposo y su otra hija, entonces de 9 años, estaban en «La vereda de Vicente», el café de la esquina. 
Para uno de los arquitectos, en el informe anexado al expediente,»el derrumbe era y es inexorable, solo cuestión de tiempo, no es cuestión de manutención».


En el expediente constan los informes de mantenimiento que Bianchi llevó adelante desde que tomó la administración, en 1997. A mediados del año pasado, tras encarar una serie de obras, dejó de ser el administrador del consorcio.

Bernat planteó ahora el pedido de sobreseimiento ante el juez de Garantías Daniel De Marco, que podría expedirse tras la feria judicial. Puede atender el planteo o dejar la causa en el archivo lo que, indefectiblemente, cuando se cumplan los plazos legales, derivará en el sobreseimiento.


Después de la tragedia de Punta Mogotes, el entonces intendente Carlos Arroyo firmó un decreto en el que amplió los controles municipales, y obligó a otorgar informes a los edificios que no contemplaba la norma que estaba vigente.


Según la ordenanza N° 12.562, los responsables de edificios mayores de nueve metros debían entregar informes técnicos periódicamente a la municipalidad. Pero a partir de ahora también deberán hacerlo aquellos edificios públicos o privados que tengan alturas entre planta baja y dos pisos de altura con salientes sobre el espacio público.

Además, los propietarios de los edificios están obligados a entregar un estudio firmado por profesionales en un lapso no mayor a tres meses. Luego, deberán presentar los informes cada tres años.

Un barrio golpeado por la tragedia

Todavía el barrio Punta Mogotes sigue conmovido por la tragedia. Hoy, el edificio luce a nuevo, remodelado y pintado, pero sin balcones. No quedan rastros del derrumbe y sus moradores no quieren conversar ni recordar lo ocurrido.


Clarín recorrió la zona y el sentimiento es similar, el mutismo. Como sucedió con la empleada de la panadería Dov que está en diagonal al edificio de dos pisos donde se desmoronó la estructura. «Mi compañera fue testigo, vio cómo fue la desgracia, pero no quiere hablar, no quiere recordarlo», dice una compañera empleada.


La misma devolución provino desde una mercería. Reja de por medio una mujer alza la voz. «Andá tranquilo, eh, no me esperes, no voy a hablar de ‘eso’, no tengo ganas». El boca en boca entre los vecinos y los comercios se mantuvo durante más de una hora. «No, no hablamos», se repitió en una decena de establecimientos. Hasta tocamos los timbres del edificio restaurado, y sólo respondió una señora. «Perdón, pero no, paso».
Hasta que Ricardo, encargado del bar La Vereda de Vicente accedió a largar unas palabras. No es cualquier bar, allí estaba almorzando la familia Luzardi antes de que se desencadenara la fatalidad. Agustina e Indiana cruzaron a ver vidrieras, mientras que su marido Damián y Ema, la otra hija, se quedaron en la mesa. «¿Qué querés que te diga? Esto no se borra más, nunca había pasado algo así en Mogotes, y menos en enfrente nuestro. Para el barrio fue un mazazo, esta esquina estuvo clausurada mucho tiempo y los veraneante venían aquí a hacer turismo», cuenta Ricardo.


«Cuando se cumplió el año vinieron amigos de la pareja para honrar la memoria de la madre y la chiquita. No quiero hablar más, no puedo hablar… Esto como todo lo que pasa en el país quedará sin tener un culpable. Imaginate que los que volaron la AMIA caminan tranquilos por la calle, los responsables de este edificio están ahora haciendo surf».


Sobre Puán 1772 hay un negocio de venta de pasajes que abrió después del derrumbe, en febrero de 2019. «Esto era una librería, nosotros cuando llegamos no sabíamos bien qué había pasado, después nos enteramos. No sé si la librería cerró por algún efecto dominó de la tragedia… Nosotros trabajamos bien, vendemos pasajes, pero dicen los comerciantes que están hace mucho que, en el último año, camina menos gente por aquí».


De la vereda de enfrente, en Puán en 1733, Juan atiende un comercio de artículos de limpieza y tocador, y no vacila: «Ahora mejoró un poco, pero hace un año nos liquidó, el parate fue letal». Recuerda el trabajador que aquel 29 de diciembre cerró su local a las 13.50 y pasó a ver a Daniel, que tiene justo la heladería La Creamerie, en la planta baja del edificio accidentado. «Pasé para tomar un helado y charlar con él, como siempre hacíamos en la vereda, pero no estaba, así que seguí de largo. Me salvé de milagro, sino, yo no la contaba».


Tanto por Puan como por Acevedo llama la atención la cantidad de locales de comercio cerrados y viviendas en venta y en alquiler. «Esta zona está medio muerta, fue un golpazo tremendo comercialmente, pero también puede ser una coincidencia, estamos en plena temporada y Mar del Plata abre y cierra negocios y alquila departamentos todo el tiempo».


Empleada de un Lave-Rap en Acevedo 2163, Ana Sordelli tiene el recuerdo imborrable en las retinas. «Esto nos sacudió, en pleno inicio de temporada, dos vidas hermosas que se perdieron por un instante fatal. Hoy el edificio parece estar en orden, bah, es lo que dicen porque yo no volví a pasar por esa esquina, elijo otro camino».


Sofía Viera, que trabaja en un supermercado chino en Puán 1772, estuvo en el lugar del hecho, casualmente, justo en el momento del desmoronamiento. «Yo estaba justo en La Vereda de Vincente y lo vi todo. Hasta cuando una de las hijas de la madre se arrepintió y se volvió, salvándose de milagro. Fue terrible, algo irreparable. Paralizada y en shock, reaccioné, intenté ayudar en lo que fuera, pero tenía miedo de arriesgar mi vida».


Viera afirma que «el barrio es otro, los vecinos están tomados por el miedo, cruzan por las dudas para evitarlo como sea. ¿Yo? Me costó un montón volver a pasar, cuando estaba cerca de la esquina me cruzaba, ni mirar el edificio quería. No sé si es un trauma, pero cuando veo un balcón, trato de no pasar por abajo».

Fuente: clarin.com

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