Todas los cometemos a la hora de enfrentarnos a las altas temperaturas y, sobre todo, a los rayos de Febo. Consejos para reforzar los cuidados y elegir el mejor protector.
La luz solar le hace bien a tu cuerpo: aumenta tu sensación de bienestar, potencia las defensas y contribuye a la formación de la vitamina D, que es fundamental para tu estructura ósea. Y como si fuera poco, te da ese tono dorado que te queda divino. Sin embargo, tiene efectos nocivos en la piel.
«La exposición excesiva y reiterada acarrea daños irreversibles. La piel tiene memoria de la cantidad de radiación solar a la que fue expuesta a lo largo de la vida. La sensación de ardor y picazón, el enrojecimiento, la hinchazón y las ampollas que acompañan a la quemadura solar son expresión del daño agudo causado. El crónico se manifiesta como intenso envejecimiento precoz, aparición de manchas y el aumento de riesgo de cánceres cutáneos», alerta Johanna Gleiser, médica dermatóloga del Centro Estetique.
El protector ayuda a minimizar los efectos del sol en la piel, resguardándonos de los rayos ultravioletas que llegan a la tierra y que son los A y los B (UVA y UVB). Además, previene el eritema solar o enrojecimiento, reduce el riesgo de cáncer y las fotodermatosis,y previene el envejecimiento cutáneo. El punto es que no siempre nos cuidamos como debemos.
¿En qué fallamos?
Este es el primer error que cometemos la mayoría: no elegimos el protector solar que se ajusta a nuestra piel y nos ponemos el primero que encontramos, el que está de oferta en la góndola de la farmacia o el que nos presta una amiga.
La segunda equivocación: sólo usamos protector cuando vamos de vacaciones, o nos acostamos a tomar sol, pero es preciso utilizarlo diariamente, incluso los días nublados ya que las nubes dejan pasar el 80 por ciento de la radiación UV. Lo mismo ocurre si estamos a la sombra de los árboles, en donde se pueden filtrar los rayos del sol.
El tercer error (u omisión): desconocemos cuál es nuestro fototipo. ¿Qué es eso? La identidad de la piel y su capacidad para asimilar la radiación solar, que oscila entre I y VI, según la escala Fitzpatrick, una clasificación numérica para el color de piel. En base al tipo de piel, la dermatóloga nos explica las características a tener en cuenta para elegir el producto adecuado.
Fototipo I: tu piel es muy blanca, albina, pelirroja con pecas y tenés ojos claros. Siempre sufrís quemaduras y nunca te bronceás. ¿Cuál elegir? Factor de protección muy alta: 50+.
Fototipo II: tu piel es clara, rubia, de ojos azules. Te quemás con facilidad, y a veces adquirís un ligero bronceado. ¿Cuál elegir? Factor de protección entre muy alta, 50+ y alto, de 40 a 30 FPS.
Fototipo III: tu piel es clara tirando a morena con ojos y cabellos castaño. De quemadura moderada y bronceado progresivo. ¿Cuál elegir? Factor de protección alto: de 40 a 30 FPS.
Fototipo IV: para los casos de piel pigmentada y ojos oscuros, de quemadura mínima y bronceado moderado. ¿Cuál elegir? Factor de protección de alto a medio: 25 FPS.
Fototipo V: si tenés piel oscura que raramente se quema y el bronceado es intenso. ¿Cuál elegir? Factor de protección medio: 25 FPS.
Fototipo VI: en los casos de piel de raza negra profundamente pigmentada, que nunca se quema y presenta un oscuro intenso. ¿Cuál elegir? Factor de protección medio: 15 FPS.
«Existe una amplia variedad de protectores solares que se corresponden para cada tipo de piel y situación. Pero es crucial utilizar un producto de amplio espectro (con filtros UVB-UVA) que proteja de todas las radiaciones UV, con factor 30 o mayor. No depende de que sea crema, loción o spray, sino de los filtros que contiene su formulación. Debe ser hipoalergénico y estable, resistente al agua, no debe producir ni facilitar reacciones alérgicas a la luz solar y debe ser un buen hidratante. Esto facilita un bronceado uniforme y previene el desecamiento natural que se produce al exponerse al sol», recomienda Gleiser.
Antes…
Si te vas a pasar una jornada extensa al aire libre o sos fanática del color en verano, tené en cuenta estos ítems:
– No exponerse al sol con maquillaje.
– En verano depilarse siempre a última hora de la tarde.
– No realizar ningún tratamiento dermoestético como peelings, luz pulsada, etc. Si estamos realizando algún tratamiento que no debemos o no deseamos interrumpir, consultar sobre el tipo de pantalla solar adecuada a cada situación en particular.
– No colocarse productos para acné, antienvejecimiento, blanqueadores o renovadores de la piel sin consultar al dermatólogo. Muchos de ellos tienen medicación incompatible con la exposición solar. Se debe consultar también sobre los medicamentos por vía oral, ya que algunos son sensibles a la luz solar y pueden producir quemaduras.
– Evitar el sol entre las 10 y las 16. En ese horario hay que estar en la sombra absoluta.
– El dermatólogo debe recomendar a cada persona el que le corresponde, ya que depende de su tipo de piel, de sus hábitos (si son deportistas, por ejemplo), de su edad, etc.
– Aplicarlo siempre 20 minutos antes de la exposición y renovarlo cada 2 horas. También, al salir del agua o si se transpira.
– Usar ropa clara, de jean o algodón, sombreros de ala ancha (7 cm) y anteojos de sol adecuados. Aun así, no se debe usar únicamente ropa clara aunque se crea más fresca, porque las remeras o pantalones de trama cerrada y de colores oscuros protegen mejor la piel de los rayos.
– Aunque se utilice un protector alto no quiere decir que se pueda estar al sol todo el día. Se debe autorregular.
– El protector debe aplicarse en toda la piel expuesta al sol y debe prestarse especial atención en zonas como los tobillos, el escote o la cabeza, en caso de calvos naturales o rapados.
– Se recomiendan aproximadamente 2 miligramos por centímetro cuadrado de piel.
Después…
– La correcta hidratación se logra tomando 2 litros de agua por día, como mínimo.
– Colocar una crema, gel o emulsión hidratante. Conviene que el producto contenga vitamina A, C y E, que son nutrientes de la piel y antioxidantes.
El tip:
No creas que con tantos cuidados no vas a broncearte, ¡eso es un mito! Tené en cuenta que el bronceado aparece 48 horas después de la exposición solar y dependerá del tipo de piel de la persona, de su color de ojos y cabello.
El bronceado, que se produce por el aumento del pigmento (melanina), puede mejorarse a través del uso de autobronceantes progresivos que sean buenos hidratantes. Colocados de forma correcta intensifican y mantienen el bronceado natural, y son seguros y eficaces. ¡Pero ojo! no protegen de la acción del sol.
«Antes de aplicar el autobronceante, primero hay que hidratar la piel. Luego, dependiendo de la intensidad del bronceado o del tono que la persona desee tener, debemos aplicarlo durante varios días seguidos. También se recomienda para mejorar el color aquellos alimentos que contengan carotenos, como zanahoria, zapallo, tomate y todas las verduras de hoja verde», explica la especialista. Cuídate y disfrutá del sol sin culpas ni temores.
Fuente: Infobae