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ARANGUREN, LA ENERGÍA SÍ ES UN DERECHO HUMANO

Del reportaje realizado por Luciana Vázquez del diario La Nación al ex ministro de Energía Juan José Aranguren ha cobrado notoriedad la afirmación de éste que dijo: “no estoy de acuerdo que la energía sea un derecho humano”.

Esta afirmación nos da una invalorable oportunidad para discutir sobre el origen del “derecho a la energía” y sobre la “categoría de derecho Humano” que desde la FeTERA y la CTA le hemos atribuido a la utilización doméstica del gas, la electricidad, el petróleo y sus derivados, contemplada la garrafa de GLP y contabilizada entre las energías: el agua.

La idea del derecho a utilizar energías directas como los hidrocarburos (gas, petróleo y derivados) o indirectas como la electricidad, generada a partir de la utilización de otras fuentes, acompaña el desarrollo civilizatorio de la humanidad.

El consumo cada vez más creciente de energías, a lo largo de los siglos, acompañó el aumento del número de integrantes de nuestra especie y posibilitó los cambios tecnológicos que nos hicieron evolucionar de sociedades de cazadores y recolectores, a otras agrícolas, ganaderas y de ahí a la sociedad industrial, hoy caracterizada por el enorme consumo de gas, petróleo y carbón, recursos capaces de producir una enorme cantidad de energía y también, los gases de efecto invernadero que producen el cada vez más notorio “cambio climático”.

Esta fantástica evolución fue posible gracias a la habilidad que desarrollaron nuestros ancestros para utilizar el fuego y posteriormente la electricidad y derivados del petróleo, que nos llevó a abandonar los hábitat naturales en favor de la gran concentración de personas en villas y ciudades, que con el advenimiento de la era del petróleo creció a los niveles actuales, capaces de albergar más de 7000 millones de almas en todo el mundo.

El consumo de energía es entonces característico de nuestra evolución y al mismo tiempo se ha vuelto esencial para nuestra supervivencia. Esta última circunstancia hace que el consumo garantizado de energía cree condiciones de igualdad social, de dignidad y por lo tanto de justicia.

¿Qué otra característica tiene que tener la energía, para ser considerada un derecho?
Pensar hoy que una familia pueda prescindir de la energía eléctrica o del gas, natural o envasado, o que no tiene derecho a contar con agua o con bombas elevadoras para que el agua llegue a una vivienda que puede estar construida muchos metros sobre el nivel del suelo en cualquiera de los edificios que pueblan nuestras ciudades, constituye un pensamiento basado en la desigualdad y el egoísmo.

Cada vez menos personas tienen la posibilidad de criar animales para consumo o cultivar frutas y verduras. Es la heladera la que permite contar con estos alimentos aptos para su consumo y es la cocina la que garantiza que no se coma frío o crudo.

El consumo de gas y electricidad constituyen un derecho humano porque necesariamente tiene que ser de carácter universal y de fácil acceso.

En la Comunidad europea ya se presume que el precio doméstico de la energía no puede generar gastos que superen el 10% de los ingresos del usuario, un gasto superior se considera elevado y adentra a los usuarios en la llamada “pobreza energética”, situación social inaceptable y síntoma inequívoco de desigualdad e injusticia.

El ex ministro Aranguren no puede creer que la energía sea un Derecho Humano, porque entonces no podría explicar los enormes e impagables aumentos de tarifas que el mismo impulsó.

El ex ministro habla desde su convicción: dice que “la energía es un bien escaso y por lo tanto caro”. Antes de las privatizaciones, la Argentina gozaba de energía abundante y barata.

Las privatizaciones encarecieron la energía. Las empresas transnacionales y sus accionistas, ávidos de ganancias, transformaron el bien social de la energía en una mercancía y la falta de inversiones, la vuelve escasa en distintas épocas del año.

La recuperación soberana de los servicios públicos, el cambio hacia políticas que faciliten el acceso y consumo de energía y la utilización de una matriz energética que reduzca notablemente la producción de gases de efecto invernadero constituyen iniciativas necesarias para devolver el Derecho Humano a la energía, hoy perdido por décadas de políticas neoliberales.

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