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Brecha salarial: ¿Por qué, a igual trabajo, las mujeres ganan menos que los hombres?

La brecha salarial es otra de las desventajas que tienen las mujeres que se traduce, directamente, en consecuencias determinantes de la vida cotidiana. Específicamente en materia económica, ante empleos que requieren de los mismos esfuerzos y habilidades, de la misma cantidad de días y horas, del mismo puesto de trabajo, el sueldo de la mujer es menor que el del hombre. Sin embargo, a esto se le suma que, generalmente, las tareas de cuidado y mantenimiento del hogar también recaigan en este género.

Portal Universidad dialogó con Ana Laura Catelén, Magister en Economía y Docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata, quien explicó que, técnicamente, la brecha salarial es la diferencia que existe entre la remuneración percibida por género a igual trabajo debido a que, por lo general, “las mujeres ganamos un porcentaje menor que los hombres por la misma tarea”. En Argentina, esta diferencia es del 26%, es decir, “lo que cobra un hombre en doce meses, una mujer tardaría unos quince en ganarlo”, aseveró.

Esta brecha se analiza a partir de distintas variables, como la cantidad de horas dedicadas al trabajo, la distribución desigual de las tareas de cuidado y la idea de que hay ocupaciones previamente distribuidas para cada género. Si bien este fenómeno se registra en todas las categorías ocupacionales, “dentro del trabajo registrado se encuentra en el 30% pero si analizamos la información que se tiene del sector informal, se estima que esta brecha crece“, reveló.

Sin embargo, podemos encontrar que esta brecha toma distintas formas según la clase social porque, en mayor medida, se reproduce en los sectores más bajos económicamente. “Definitivamente, quienes se ven más perjudicadas son las mujeres más pobres porque las de mayores recursos pueden saltearse estos obstáculos. Si pensamos en la clase media o alta, las tareas hogareñas que debe realizar la mujer para insertarse en el mundo laboral puede pagárselas, incluso, a otra mujer para que lo haga”, confirmó.

Dentro de la economía feminista, el término para hacer referencia a estos casos es el de piso pegajoso que “tiene que ver con la feminización de la pobreza, con que las mujeres suelen estar en los trabajos peores pagos y en peores condiciones. Aún más en la informalidad, es más costoso salir de esa situación”. A lo que agregó un segundo concepto, el de techo de cristal para reconocer “una barrera invisible e imperceptible, que tiene que ver con la subrepresentación de las mujeres en los puestos de mayor poder“.

Durante mucho tiempo, la explicación de las razones de por qué existe esta diferenciación de salarios estuvo arraigada a las diferencias educativas entre hombres y mujeres, pero Catelén remarcó que “hoy esto no existe. Ambos sexos tienen el mismo nivel educativo, incluso a pesar de que en la mujer es mayor, así y todo, la brecha salarial persiste“.

Una de las principales causas tiene que ver con que “las mujeres tienden a ir hacia los empleos de tiempo parcial, esto tiene su arraigo en las tareas del trabajo doméstico no remunerado, en las labores de cuidado y la maternidad. La cantidad de tiempo que los varones dedican al trabajo pago es más que el que dedican las mujeres, el promedio semanal es de 45 horas contra 35, respectivamente. Sin embargo, si analizamos el trabajo en las casas, es mucho mayor el tiempo que las mujeres le dedican al trabajo no remunerado que los varones”, planteó.

En este sentido, se suma el hecho de que “las mujeres tenemos menos oportunidades de obtener empleos de mayor nivel, de progresar en nuestra carrera profesional y esto no solo tiene que ver con el trabajo en la casa sino también con la maternidad. Mientras que la paternidad no tiene consecuencias laborales, en las mujeres se suele agrandar esta brecha de género“, declaró.

Otras cuestiones están relacionadas a la valoración que tenemos las mujeres de nosotras mismas, “está comprobado que negociamos menos nuestro salario, que aceptamos con más facilidad lo que se nos ofrece y que también tenemos menos posibilidades de cambiar de trabajo en búsqueda de mejores condiciones”. A lo que agregó que la cuestión cultural también repercute al momento de que “las empresas reproducen ciertas prácticas sin cuestionarlas y terminan perpetuando estas desigualdades”.

Por lo tanto, a la hora de pensar cómo revertirlo, la especialista declaró que “hay varias líneas a las que la economía feminista hace referencia: la primera y la más importante es pensar una organización social del cuidado. No solo debemos pensar en una distribución más equitativa sino que también debemos repensar el rol del Estado, la división de las tareas dentro del hogar, entre otras”, afirmó la especialista.

Teniendo en la mira la experiencia previa en países mas desarrollados, “se ha pensado una oferta estatal de cuidados para la niñez, incluso antes de que los niños entren al jardín de infantes. También, la cuestión de buscar licencias maternales o paternales que sean más equitativas nos permitiría pensar en congeniar la vida productiva con la vida reproductiva, que es lo que nos permitirá a las mujeres tener más horas para ofertar al mercado de trabajo y, a la vez, poder insertarnos en los sectores más dinámicos de la economía”, indicó.

En cuanto a este tema específicamente, hoy en Argentina, la Ley de Contrato de Trabajo establece que las mujeres tienen tres meses de licencia, mientras que los varones tienen dos días. “Eso es un mensaje muy claro de quién cuida y quién no, de quién se debe encargar de una cosa y quién de la otra”, recordó Catelén.

Frente a las conquistas que está consiguiendo el movimiento feminista, la especialista reveló que “la mirada de género atraviesa cada vez más a la acción sindical. Así como ocurre en la política, en el mundo laboral deberían existir cupos de paridad de género que estimulen que haya mas mujeres en puestos de mayor poder o en industrias que están mayormente masculinizadas”.

FUENTE: Portal Universidad

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