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Clases presenciales: proponen un «protocolo emocional» para proteger a los chicos

Es una estrategia para ayudar a gestionar los sentimientos que se derivan de la pandemia como miedo, inseguridad o incertidumbre.

La pandemia de coronavirus obligó a las escuelas a elaborar una serie de protocolos sanitarios en miras de prevenir los contagios dentro de las aulas y, de ese modo, poder garantizar la presencialidad que se perdió en 2020. En este contexto, los especialistas en salud mental infantil apuntan que debería haber también un “protocolo emocional” para contener a los más chicos, a sus familias y a los docentes.

Este protocolo tendría la función de ayudar a gestionar las emociones que se derivan de la pandemia como miedo, inseguridad o incertidumbre, que afectan a la salud mental y también al estado general de cualquier persona, siendo los chicos los más vulnerables.

“Muchas de las emociones que van a estar dando vuelta en la escuela no es el contagio, sino el miedo social. Se instaló el cuidado desde el miedo, eso es lo que hay que regular”, indica a Télam Marilina Rotger, profesora y especialista en neuroeducación. La especialista sostiene que para enfrentar ese temor hay que ponerlo en palabras y abordar la cuestión desde una mirada emocional.

«Muchas de las emociones que van a estar dando vuelta en la escuela no es el contagio, sino el miedo social», dice Marilina Rotger

Por otro lado, con este protocolo se lograría que “no se interrumpan los procesos de aprendizajes” y se favorezca “el reencuentro y la resocialización de los alumnos” luego de que niños y adolescentes hayan estado muchas más horas de las habituales frente a una pantalla con hábitos y rutinas muy distintos.

Un estudio efectuado por Unicef, el Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) y el gobierno porteño, a mediados del año pasado, concluyó que durante el aislamiento se incrementó la irritabilidad en los niños, que éstos se volvieron muy dependientes de sus padres y con temor de contactarse con los demás. Entre los adolescentes prevalecieron las sensaciones de desánimo, baja confianza en el futuro y decaimiento afectivo.

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Los chicos pueden sentir miedo, incertidumbre o inseguridad en la escuela.

Para Rotger, “esto generará sensaciones displacenteras y los docentes deben volver a instalar a la escuela como un espacio donde se transmitan sensaciones placenteras, para lo cual deberán intentar abordar una forma de enseñar que despierte curiosidad en el alumno, sin que esos miedos puedan interrumpir los aprendizajes”.

“Lo primero que hay que hacer es bajar el nivel de angustia de los chicos”, explica a la misma agencia Andrea Abadi, psiquiatra infanto juvenil, especializada en el diagnóstico y tratamiento de niños y adolescentes con trastornos en el manejo de la conducta de Ineco.

Por otro lado, si bien los más chicos no son fuente de contagio según los estudios epidemiológicos, tendrán que adaptar sus comportamientos, lo que también puede necesitar asistencia. “Los adolescentes vendrán más confiados a la escuela, dispuestos a volver a tener esa situación de socialización, pero hay que tener en cuenta que deberán adaptarse otra vez a la situación escolar. No se podrá comer o beber mientras se está en clase y habrá que llevar un uniforme, mientras que en los recreos no van a poder caminar abrazados por el patio”, subrayó la especialista.

La salud mental de los docentes

El protocolo emocional no sólo pone el foco en alumnos, sino también en los profesores, que vivieron un año 2020 en el que la exigencia fue elevada. Según estudios de la ONU, el 70 por ciento de los docentes padeció estrés, de moderado a severo, al enfrentar situaciones para lo cual no estaban preparados.

“La falta de apoyo de sus padres en la educación a distancia y la ausencia de la escuela como ese lugar donde el adolescente va a construir lazos”, generó bajos rendimientos académicos según consignó Hernán Alesandria, médico psiquiatra y fundador de la Asociación Civil Globalpsy.

El 70% de los docentes padeció estrés

“La clave está en construir espacios de bienestar: se necesita dotar de herramientas tanto a los docentes y a las familias para que puedan trabajar con los niños y adolescentes, ya sea desde la presencialidad como desde la virtualidad, en el fortalecimiento de las emociones, que puedan reconocerlas y gestionarlas”, señala el médico psiquiatra.

Durante el regreso a las aulas, pueden darse situaciones de crisis, de llanto o de angustia en los alumnos, especialmente en los más pequeños al percibir una suerte de amenaza el hecho de no estar con sus padres. Frente a esto, Rotger apuntó a que son los docentes “en este protocolo emocional, los que tendrán que transmitir emociones placenteras y son los que más autocontrol tendrán que mostrar”.

Fuente: infobae.com

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