La científica Beatriz Diuk del Conicet trabaja en temas educativos en barrios y escuelas en contextos de pobreza desde hace treinta años. Su plan alfabetizador nacido en 2012 se convertirá en un videojuego
El 10 de diciembre de 1948 se cumplió un hito en la historia de todos los pueblos y las naciones: en la Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada en París se redactaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Ese día, los países se comprometieron a cumplir con los derechos más básicos. Entre ellos, el artículo 26, que estableció que «toda persona tiene derecho a la educación», llevó implícita la idea de que saber leer y escribir es una de las necesidades más elementales de los seres humanos.
Sin embargo, Beatriz Diuk, que trabaja en barrios y escuelas en contextos de pobreza desde hace 30 años y desde hace 15 le sumó a ese trabajo territorial la investigación como científica dentro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) sabe que, 70 años después de aquella declaración, ese derecho está lejos de cumplirse. Por eso, diseñó un programa para combatir el analfabetismo en chicos de más de 8 años.
«Uno cree que en primero y segundo grado los chicos aprenden a leer y a escribir, pero trabajando en barrios yo me encontré con una realidad desconocida: son miles y miles los chicos que egresan de la escuela primaria sin saber leer ni escribir una sola palabra», advierte la licenciada en Ciencias de la Educación y doctora en Psicología.
Fue a partir de visualizar ese derecho vulnerado que la científica creó en 2012 el Programa «Derecho a Aprender a Leer y Escribir» (DALE!), con el que ya se alfabetizaron más de nueve mil chicos de escuelas argentinas de segundo ciclo —de tercer grado en adelante, de Mendoza, Catamarca, La Rioja, Salta y Buenos Aires—y que el año próximo lanzará un videojuego para potenciar la enseñanza de la lectura y escritura.
Camino hacia la alfabetización
A los 19 años, durante la apertura democrática, Diuk comenzó alfabetizando chicos en contextos de pobreza, hasta que sintió que le faltaba conocimiento para lograr ese objetivo. Entonces, se contactó con Ana María Borzone, investigadora del CONICET y referente en Educación, que le propuso ingresar al mundo de la investigación. «Ella fue la que me dijo que así podría adquirir más herramientas teóricas para allanar el camino de los chicos en el aprendizaje», recuerda hoy la científica.
En su derrotero, Diuk hizo investigación de base para entender los procesos cognitivos asociados a la alfabetización y con ese norte, en 2007, se propuso «ir al hueso de qué es lo básico e indispensable que necesitan los chicos para aprender».
Para eso, convocó a un grupo de estudiantes de la carrera de psicopedagogía de la Universidad de San Martín (UNSAM) que la acompañaron en el diseño de DALE!. El Programa, enmarcado en los postulados de Lev Vigotsky —un destacado teórico de la psicología del desarrollo—, tuvo experiencias piloto e intercambio con los docentes durante años hasta que fue lanzado en 2012.
«En DALE! no creemos que los niños que no aprenden a leer y a escribir tengan dificultades, sino que necesitan un tipo de enseñanza y un apoyo específico que no han recibido», señalan en la página web del Programa. La premisa del proyecto, entonces, fue que los docentes enseñen y apoyen a sus alumnos a través de desafíos ajustados a las propias necesidades de cada alumno.
«Que cada niño sea recibido, escuchado, atendido, reconocido y valorado», reza la web. Tal como explica Diuk, «hay niños a los que no se les está dando lo que se necesita para aprender a leer y escribir: a esa conclusión llegué a partir de hacer muchas intervenciones educativas que demostraban que los chicos tenían un potencial de aprendizaje que no estábamos aprovechando.
Y la experiencia nos lo confirmó: la velocidad a la que aprenden los chicos con nuestro Programa solamente es explicable si el chico es una víctima instruccional. Si los chicos realmente tuvieran un trastorno no tendríamos los niveles de respuesta que tenemos».
Paso a paso
La estructura que propone DALE! es de dos sesiones individuales de veinte minutos por semana, en los que el docente se dedica al alumno en particular. «La propuesta es individual porque entendemos que lo que estos chicos necesitan no lo podemos hacer adelante de todos —explica la científica—. Son chicos de tercer grado hasta la secundaria, que no aprendieron a leer y escribir al ritmo de sus pares y es muy humillante que quede en evidencia que no saben leer y escribir ante los compañeros».
Hay tres niveles de aprendizaje: nivel uno, para aquellos niños que aún no logran escribir palabras sencillas en forma autónoma; nivel dos, para los niños que escriben palabras sencillas pero que producen muchas omisiones cuando las palabras tienen sílabas con una estructura más compleja; y nivel tres, para niños que solamente muestran errores en palabras con grupos consonánticos y con dificultades ortográficas. En cada nivel, son cuarenta sesiones que conducen a los chicos en el camino hacia la lectura y escritura.
Todas las sesiones tienen la misma estructura: los primeros diez minutos, que son de conversación genuina —permitiendo que adulto y niño se conozcan, se interesen el uno por el otro y establezcan un vínculo—, y finalizan con la escritura de una síntesis de lo que el niño haya contado durante este intercambio; y los últimos diez minutos, destinados a un trabajo específico para promover el dominio del sistema de escritura. Esos últimos minutos transcurren entre juegos y escritura de palabras, que los llevan a avanzar hacia la escritura de oraciones y textos, y lectura de los cuentos, libros, historias y otros materiales didácticos que se encuentran con libre disponibilidad en la página web del Programa.
«La conversación es super importante en DALE!: es el cincuenta por ciento de la experiencia —subraya Diuk—. La conexión es fundamental para que aprendan. Lo vincular, lo interaccional, hace que la vida de estos chicos entre a la escuela, compartan, cuenten. Por eso, una de las cosas que trabajamos con los educadores es a conversar con ellos».
Ojos de videogame
En los seis años de vida del Programa DALE! —que vino a suplir un vacío en materia de enseñanza de alfabetización en el segundo ciclo, y no solo se implementó en escuelas sino también en apoyos escolares y organizaciones sociales—, el 80 por ciento de los chicos lograron el objetivo de alfabetizarse mucho antes de completar los dos o tres años de sesiones.
«Es decir que no tenían un trastorno o una dificultad que no les permitía aprender, sino que no habían encontrado las condiciones apropiadas para hacerlo —repone Diuk—. Cuando el chico siente que está aprendiendo finalmente muestra un compromiso fantástico».
En paralelo a que el DALE! se puso en marcha, la investigación de Diuk dio un giro hacia el estudio de cómo responden los perfiles cognitivos de los distintos chicos al Programa. Así fue como, en 2017, apareció la posibilidad de generar un videojuego. Surgió en asociación con la compañía digital Globant, con la colaboración del Centro de Investigación Aplicado en Educación San Andrés.
«Tardamos seis meses en desarrollarlo. Nosotros pusimos lo que sabíamos de procesos cognitivos y estrategias didácticas ellos la logística y las ideas sobre el videojuego, y de ahí salió el primer nivel del jueguito, que lo probamos en escuelas de Mendoza durante este año», cuenta Diuk.
La fase experimental del videojuego que pusieron en marcha este año consistió en comparar a un grupo de niños que lo usaran con otros que no, y un tercer grupo de chicos que usaran ambos sistemas combinados.
«Evaluamos lectura y escritura de palabras y su evolución, y el resultado fue que los tres grupos de chicos lograron el mismo nivel de avance, es decir que el videojuego da lugar a resultados muy similares al DALE!», comenta la científica. El único punto que no se asemeja entre el videojuego y la implementación cara a cara es el momento de la conversación: esos minutos de interacción tan valiosos entre docente y alumno.
«Pero vimos que es una pérdida relativa, porque para implementar el videjuego mantuvimos el contexto: el docente iba a buscar al chico al aula, lo sacaba, en el camino charlaban y llegaban al lugar de trabajo, donde el alumno quedaba al frente a la computadora. Entonces, ese vínculo especial se siguió dando, tal vez con menos profundidad, pero igual funcionó», dice Diuk.
A futuro, la ilusión de esta científica y su equipo es que el videojuego pueda implementarse en complemento al Programa DALE!. «Porque si hay una conclusión ineludible —señala Diuk— es que los docentes, para completar este derecho a la alfabetización, son irremplazables».
Fuente: Infobae