Si hay una prueba de que al Gobierno le llegaron las demandas por cambios en la candidatura a presidente para competir en las elecciones de este año es la foto que compartieron Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta en la inauguración del viaducto del ramal Mitre. Plan original, plan V y plan H se exhibieron como en Los tres mosqueteros (que sabemos que eran cuatro, por eso hay que sumar a Marcos Peña) y la foto parece estar diciendo «todos para uno y uno para todos» repitiendo el lema de D’Artagnan, Athos, Porthos y Aramís en la popular novela de Alejandro Dumas.
Macri tiene tan claro que su candidatura no era lo suficientemente confiable que, una noche de la semana pasada, llamó a la Gobernadora para preguntarle qué hacer al respecto. Dólar y riesgo país aumentaban y él ya no sabía cómo responder. También llamó esa noche al Jefe de Gobierno de la Ciudad. ¿Debía dar un paso al costado? Por la mañana, también se comunicó con su amigo Nicolás Caputo. Los tres, a su vez, se comunicaron entre sí y concluyeron que carecía de sentido lo que estaba pasando. Había que empezar a dar señales contundentes. Había que empezar con lo más evidente, dar señales de que la mayoría de la dirigencia política avala los lineamientos fundamentales de la salida económica, asegurando que no habrá default ni se buscará salir de la inflación con recetas populistas.
Un funcionario de confianza del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, redactó «los diez puntos». El texto le fue acercado al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, que no pudo estar más de acuerdo. Era el jueves 2 de mayo. Ese mismo día, Macri se reunió con Felipe González quien terminó de darle impulso a la idea de los consenso básicos como la mejor herramienta para salir del atolladero en el que estaba metido por la crisis de confianza: «No importan los contenidos».
González se fue y Macri empezó a hacer llamados al peronismo federal. Arrancó con Miguel Angel Pichetto, de quien tiene cada vez mejor opinión. Siguió con Juan Manuel Urtubey. Aún con críticas por la demora en encarar esta iniciativa, ambos fueron tan amables en sus comentarios, que el Presidente fue por más y llamó él, personalmente, a dos de los principales editorialistas para adelantarles que se venía el acuerdo. ¿Estaba Peña al tanto de la jugada?
El asunto explotó positivamente en la opinión pública y Frigerio debió salir a domar el toro antes de estar técnicamente preparado para encararlo. Nadie en su equipo estaba al tanto, tampoco en la misma coalición. Por caso, el presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, se enteró por los medios.
Cuando al otro día, salió a hablar por los medios mendocinos, el Gobernador no podía ocultar su profundo enojo con Macri y pidió públicamente que Cambiemos se amplíecon Pichetto, Urtubey, Sergio Massa y Roberto Lavagna. Consultado por Infobae al respecto, y mientras atajaba el tsunami de demandas que le sobrevino después de que trascendiera el texto de «los diez puntos» sin estar organizado, el Ministro del Interior dijo «lo importante es que habló desde adentro de Cambiemos, que haya discusión interna es lo que corresponde a este espacio».
Este breve resumen de lo que se vivió en la Casa Rosada puertas adentro desde el lunes 29 de abril, después de que el Presidente se dedicara a pensar qué hacer y conciliara el rumbo con Rodríguez Larreta, Vidal y Peña, también Caputo y un empresario que está cada vez más cerca de él, Alejandro Mc Farlane, denota los momentos dramáticos que se vivieron en la cumbre del poder, con la gran mayoría de los funcionarios políticos trabajando a brazos caídos no por formar parte de ninguna protesta, sino desanimados por la falta de respuesta del Gobierno que votaron y decidieron acompañar.
Lo demás, es conocido. El Presidente llamó a Lavagna, también derrotó a su propio prejuicio y levantó el teléfono para hablar con Massa. Y hasta le escribió una carta a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, una persona de la que no espera nada más que desprecio y a quien considera incapaz de sostener un diálogo con nadie.
Con estos avances no se terminaron sus problemas. El Gobierno está sometido a infinitos peligros. En Córdoba, donde se vota hoy, deberá lidiar no solo con la fenomenal victoria de Juan Schiaretti a la gobernación, un amigo que puede dejar de serlo si encuentra el camino que muchos peronistas esperan, para que se ponga al frente de una opción competitiva que saque a Cristina de la cancha.
Lo más conflictivo puede derivarse si el peronismo gana por primera vez la ciudad de Córdoba, que solo gestionó formando parte del gabinete de Germán Kammerath (UCeDé) entre 1999 y 2003. Será imposible ocultar la impericia del Gobierno para ordenar la interna de Cambiemos, o la desidia, que es todavía peor. Y difícil que el radicalismo no vea el interés de la Casa Rosada por debilitar la plaza más importante del radicalismo a escala nacional, donde resistieron aún en los tiempos de mayor éxito del kirchnerismo.
El 27 de mayo ya está convocada la convención nacional del radicalismo. Iba a realizarse en Jujuy, como había ofrecido el gobernador Gerardo Morales, pero primó la posición de los que quieren que sea un evento de altísimo perfil público, así que se hará en Parque Norte, donde los periodistas de los medios nacionales, y aún internacionales, podrán seguir las alternativas de una de las incógnitas políticas centrales de estos días: ¿cómo será la política de alianzas del principal socio de la coalición Cambiemos?
Lo único que se sabe, seguro, es que la posibilidad de salir de la alianza está confinada a una ínfima minoría de los 327 convencionales del país. La discusión es otra. ¿Abrir o no abrir Cambiemos a nuevos referentes? Todo indicaría que la mayoría está por la apertura, empezando por Cornejo, continuando por Enrique «Coti» Nosiglia y continuando con Morales, que era el más reacio de este grupo, pero terminó aceptando que es lo mejor para darle un renovado rol a la UCR en la conformación de las listas.
De hecho, estos tres dirigentes formarían una comisión que se aprobaría en la convención para negociar con referentes de otros partidos esa eventual ampliación. Los que, definitivamente, no están a favor son los convencionales de la provincia de Buenos Aires, que tienen un peso específico de «porotos», que podrían ampliar con algunos más de otras provincias, lo que no les alcanzaría para la mayoría, pero sí para provocar una flor de discusión interna, que nadie sabe cómo podría terminar.
Mientras tanto, Macri sigue ganando tiempo. Necesita que la ley de gravedad se cumpla con la inflación y, finalmente, sostenga un camino de descenso, que le permita demostrar que tuvo razón cuando dijo que bajaría, a pesar de los durísimos costos que le imprime a la actividad económica real. Nadie le dijo que la batalla por la normalización de la Argentina sería fácil. Tampoco imaginó que le costaría tanto convencer otra vez al círculo rojo de que él sigue siendo la mejor opción para derrotar al populismo.
Fuente: Infobae