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Guaidó exhibe fuerza en la calle para frenar la contraofensiva de Maduro

Los opositores se manifiestan en Caracas para exigir el fin del chavismo. Maduro concede la celebración de legislativas, pero no presidenciales como exige la oposición

Juan Guaidó exhibió este sábado fortaleza en la calle en la primera gran movilización desde el pasado 23 de enero, día en que retó a Nicolás Maduro al jurar como presidente interino de Venezuela. El político insistió ante una multitud de seguidores en la necesidad de que las fuerzas armadas y las instituciones abandonen al Gobierno para poder impulsar una transición. Aseguró que febrero será un mes decisivo en el pulso con el chavismo si se mantiene viva la protesta social y la presión internacional. «Los próximos días son determinantes», prometió al anunciar la inminente llegada de ayuda humanitaria.

Lo que también se vio en Caracas fue una importante demostración de unidad de las bases chavistas, que escucharon a Maduro cuando se cumplían 20 años de la primera toma de posesión de Hugo Chávez. El líder bolivariano arremetió contra las principales instancias de la comunidad internacional, se reivindicó como presidente y trato de dividir a la oposición con la oferta de adelanto de unas elecciones legislativas y un «encuentro nacional». Una opción que sus adversarios, que exigen unos comicios presidenciales con garantías, rechazan sin matices al considerarla una estrategia para ganar tiempo.

El presidente de la Asamblea Nacional, de mayoría opositora, busca precisamente romper esa cohesión que aún da algo de oxígeno al oficialismo. El llamamiento a los militares es constante y Guaidó volvió a incidir en ello horas después de que un general de la fuerza aérea en activo, Francisco Esteban Yánez Rodríguez, le reconociera como mandatario legítimo. Pese a la carga simbólica, el general no cuenta con tropas a su cargo. Aunque ese respaldo es todavía minoritario, el dirigente de Voluntad Popular confía en la conciencia de los soldados rasos. La prueba de fuego se producirá en los próximos días, cuando tengan que decidir si aprobar la llegada de la ayuda humanitaria, que entrará por la ciudad de Cúcuta (Colombia), Brasil y una isla del Caribe. «Usted, soldado, tendrá en sus manos la decisión de permitir la entrada de esos insumos», dijo. «No solo es ponerse del lado de la Constitución, soldado de la patria, no, es tu rol en la reconstrucción de Venezuela: ejercer soberanía».

«No esperamos solo pronunciamientos de funcionarios individuales, sino pronunciamientos en bloque», recalcó Guaidó desde la tarima instalada en la urbanización de Las Mercedes, punto de confluencia de cinco marchas. Desde que lanzó su desafío a Maduro, uno de sus mensajes centrales ha girado en torno a la urgencia de incorporar al chavismo decepcionado o, al menos, a los sectores más pragmáticos, en un proyecto de reconstrucción nacional. «Al pueblo chavista descontento y defraudado le digo que Maduro no protege a nadie, pero la Constitución sí. No buscamos torcer manos, sino estrecharlas», continuó.

«Maduro se quedó absolutamente solo», recapituló Guaidó, quien esgrime la misma Constitución aprobada hace dos décadas bajo el primer mandato de Chávez para defender la legitimidad de su juramentación. Los próximos pasos van dirigidos a la concreción de tres fases: «cese de la usurpación» de Maduro, la conformación de un Gobierno de transición y la convocatoria de elecciones libres en un plazo máximo de 12 meses.

Estrategia con dos ejes
Su estrategia tiene, esencialmente, dos ejes. Por un lado, el apoyo de la sociedad venezolana y los engranajes del Estado; por otro, la complicidad de la llamada comunidad internacional, con la Administración de Donald Trump, que fue la primera en reconocerle, a la cabeza. Esa presión fuera de las fronteras venezolanas sigue. Horas antes de la manifestación, Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos, y John Bolton, consejero de Seguridad, intensificaron sus amenazas a Maduro. El presidente colombiano, Iván Duque, dijo que a la dictadura le quedaban pocas horas. Esa posición azuzó el fuego y envalentonó al ala que opta por la solución más beligerante de la crisis de Venezuela y, al mismo tiempo, llevó a Maduro a endurecer su retórica del enemigo exterior. El líder chavista cargó contra «el intervencionismo yanqui» e, indirectamente, advirtió de que no necesita apoyo de nadie. «No somos mendigos de nadie, todo lo que necesitamos debemos producirlo en Venezuela. No hemos sido ni seremos un país de mendigos».

Entretanto, la Unión Europea y México se muestran cada vez más activos y tratan de hacer converger sus caminos, aún distanciados por las posiciones que plantean. La UE propuso la víspera de las manifestaciones dar un plazo de 90 días a Maduro para que convoque elecciones. La diplomacia mexicana confía en reunirse con la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, para ver cómo quiere plantear esa mediación que desemboque en unos comicios. Mientras, México mantiene activo el contacto con Guaidó para ver si estaría dispuesto a aceptar el planteamiento de la UE. De ser así, dan por hecho que sería con el beneplácito de Estados Unidos.

El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, al que muchos apuntan como una pieza clave en las próximas semanas y cuya neutralidad muchos ponen en duda por la simpatía que despierta en Maduro, confía en que Mogherini asista el próximo día 7 a la reunión de Montevideo que ha impulsado México junto al Gobierno de Uruguay. Hasta el momento, las fuentes consultadas destacan el encuentro que se celebró el viernes con representantes de casi una veintena de embajadas europeas en la capital mexicana. La reunión, prevista para hablar de los proyectos migratorios que tiene previsto desarrollar México, terminó por centrarse en la crisis que vive Venezuela.

López Obrador defiende que, a diferencia de la negociación que se celebró en Santo Domingo el pasado año y que terminó abruptamente, hay dos factores que pueden propiciar que ambas partes se sienten a dialogar. Uno, nuevo: el papel neutral que México defiende que está dispuesto a desempeñar en este proceso. El otro, crónico: la desesperada crisis de Venezuela que empeora con los días.

Fuente: El País

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