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Jony Milanesa: cómo los sandwiches le salvaron la vida

«Jony Milanesa», se presenta estirando la mano. Todos lo conocen así: los vecinos del pueblo y muy probablemente cada turista que haya pasado por Morro de Sao Paulo, Bahía, en los últimos diez años. No pasa inadvertido, es un sinvergüenza en el buen sentido del adjetivo, vendedor por necesidad y por naturaleza. Lleva el tupper de sánguches adherido al brazo como si fuera una extensión de su cuerpo. Es el único argentino con licencia de vendedor ambulante en la ciudad, y la cuida como oro. Gracias a su fama y trayectoria tiene una persona que lo ayuda a vender, pero esta semana está de vacaciones. «No pierdo esto por nada del mundo, estos sánguches me salvaron la vida».

Detrás de los disfraces, la verdadera identidad de Jony Milanesa es Jonathan Jeremías Chirivino Monteros. Tiene 33 años, se crió en el barrio Villa Primera de Mar del Plata, es hijo de una modista y de un vidriero, «que con el tiempo se puso un bar para dedicarse a lo que más le gustaba». Trabaja desde los 9 y vive sólo desde los 15; y avanzó en la secundaria por propia voluntad. «Mis viejos se separaron y quedé en Pampa y la vía. Repetí 3 años, y al final iba a la escuela porque quería demostrarles a ellos que sí podía. Mientras, hacía de todo: trabajé en una casa de empanadas, en un mayorista como repositor, con mi tío de vidriero».

El primer viaje en avión
A los 21, Jony sólo había viajado a Buenos Aires por alguna fiesta y a Termas de Federación; ese año hizo su primer vuelo al lugar que finalmente cortaría con su mala racha, donde encontraría a su pareja Ani y una buena oportunidad.

Un amigo le hablaba de Morro como del paraíso, y se vino con un grupo de 4 a probar suerte. «Llegué el 12 de agosto de 2009; la idea era quedarme un mes, pero me quedé seis, hasta un día antes de convertirme en ilegal -se ríe-. Después ya volví para quedarme. Al tiempo me llamó mi hermana Milagros que quería venir, y mi mamá también; pero no llegó, murió de un ACV. Mi hija mayor tenía un mes de vida en ese momento». Con Mili arrancaron los sánguches de milanesa: ella los armaba y él los vendía. «A la semana encontré un disfraz de carnaval, me lo puse y vendí todo. Fue revelador. Me conseguí disfraces de preso, de policía, del Papa Francisco, de vaca, uno setentoso. con eso llamaba la atención, la gente se reía. Me moría de calor, pero vendía mucho más y en tiempo récord. Los otros vendedores me decían que era la alegría de la playa».

Jony se sacaba selfies con todos sus clientes y las subía a Facebook. Entre sus souvenires más preciados tiene fotos con Castelani, Garro y Giglioti. El fútbol fue otra de las claves para el éxito de los sánguches, porque sus inicios coincidieron con un Mundial y le puso nombres de los jugadores del momento: Messi, Neymar, Pelé, Tévez, Vidal, Suárez, Ronaldinho. «Sumaba algún uruguayo si el que me compraba era uruguayo, y así: hay que saber adaptarse al público», guiña el ojo. Jony llegó a vender 150 sánguches por día en la playa, más otros 50 haciendo delivery a posadas y en las puertas de los boliches.

Todo a pulmón
«Trabajaba de mesero en la playa de 16 a 2 de la mañana. Llegaba a casa, cortaba los pollos, empanaba, mi hermana los armaba mientras dormía unas horas, me levantaba, me disfrazaba y derecho a vender hasta las 16, que empezaba mi turno. Luché por el sanguchito. Fueron dos años así, una rutina muy cansadora, pero como decía mi papá: sin sacrificio no hay recompensa». Con el apoyo de su mujer, Ani, se animó a soltar el trabajo fijo y dedicarse cien por ciento a las milanesas. «Empecé a amasar nuestro propio pan y le sumamos ingredientes más gourmet, como cebolla caramelizada, rúcula, huevo a la plancha, morrón con mostaza, milanesitas de berenjena». Los sánguches de Jony se venden, hoy y hace 4 años, a R$15 en las playas 1 y 2.

Tuvo que viajar a Mar del Plata varias veces para resolver cuestiones que su papá y su mamá habían dejado pendientes, hasta que al fin pudo cortar el cordón y empezar a construir su propio lugar en Morro. «El restaurante acaba de cumplir dos años y va muy bien, lo atendemos nosotros, Ani, Mili y mi mejor amigo, que se vino de Mar del Plata. Lo hicimos todo desde el primer momento hasta ahora, desde traer las maderas del puerto sobre la cabeza hasta martillar los clavos para armar las sillas y mesas». El menú es bien argentino, y obviamente incluye cinco variedades de milanesas.

La grandeza de Jony, más allá del negocio, es que encontró un lugar donde se despierta y se va a dormir con una sonrisa; donde sus hijas Serena y Valentina crecen libres y seguras; donde no hay autos ni contaminación; la playa es el patio de su casa y Ani, su «mejor soldado». «No me da vergüenza vender en la calle, al revés, es lo que me dio identidad. Me gusta el contacto con la gente. En Morro me quedo salvo que mis hijas necesiten otra cosa. Acá encontré mi lugar».

Dónde: Jony Milanesa abre de martes a domingos para el almuerzo y la cena. Por R$30, las noches de miércoles hay mini burgers libre, los jueves milanesa libre, y los viernes, pizza libre, con masa de papa, remolacha, zanahoria e integral.

Fuente: lanacion.com.arLa grandeza de Jony, más allá del negocio, es que encontró un lugar donde se despierta y se va a dormir con una sonrisa; donde sus hijas Serena y Valentina crecen libres y seguras; donde no hay autos ni contaminación; la playa es el patio de su casa y Ani, su «mejor soldado». «No me da vergüenza vender en la calle, al revés, es lo que me dio identidad. Me gusta el contacto con la gente. En Morro me quedo salvo que mis hijas necesiten otra cosa. Acá encontré mi lugar».

Dónde: Jony Milanesa abre de martes a domingos para el almuerzo y la cena. Por R$30, las noches de miércoles hay mini burgers libre, los jueves milanesa libre, y los viernes, pizza libre, con masa de papa, remolacha, zanahoria e integral.

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