Resumen: Se estudiaron aspectos de la visión de la especie extinta Thylacosmilus atrox, el “marsupial dientes de sable” mediante tomografías computadas y reconstrucciones digitales en 3D. A pesar de que sus caninos hiperdesarollados influyeron en su capacidad visual, Thylacosmilus podía ver a sus presas con precisión.
Durante millones de años, América del Sur estuvo aislada de otros continentes. Como consecuencia de este contexto paleogeográfico, su fauna estuvo dominada por especies únicas, sin equivalentes en otras partes del mundo. Ejemplos de estos endemismos fueron las aves del terror, los perezosos gigantescos terrestres y los gliptodontes acorazados que llegaron a tener el tamaño de un auto. Otro ejemplo fueron los esparasodontes, parientes cercanos de los marsupiales (zarigüeyas y canguros) que ocuparon el rol de los mamíferos carnívoros, como hoy en día lo hacen los pumas, los zorros y los hurones, entre otros.
Como cualquier otro mamífero que come carne, se esperaría que los esparasodontes hubieran tenido adaptaciones típicas de un depredador, como una visión orientada hacia delante, resultado de la convergencia de las dos órbitas oculares. En su estudio publicado el 21 de marzo, Charlène Gaillard, estudiante de doctorado en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA) de Mendoza, junto con Analía M. Forasiepi (IANIGLA) y Ross D. E. MacPhee del Museo Americano de Historia Natural (AMNH) demostraron que este es el caso de todos los esparasodontes excepto uno: Thylacosmilus atrox, conocido como el “marsupial dientes de sable”.
Thylacosmilus era un mamífero hipercarnívoro (más del 70% de su dieta estaba compuesta de carne), de gran tamaño que habría rondado los 100 kg de masa corporal. Tenía caninos extremadamente grandes como dagas, similar a los félidos ¨tigres dientes de sable¨, pero de crecimiento continuo, algo nunca visto en otros mamíferos depredadores. Esta investigación tuvo como objetivo interpretar cómo era la visión de este particular depredador y de esta forma aportar a las hipótesis de cuál era su estrategia de caza y cómo su hábito de vida se acomodaba a sus caninos hiperdesarollados.
En el caso de los herbívoros, sus órbitas están orientadas lateralmente, otorgándoles una visión panorámica, lo cual les permite vigilar el entorno y detectar la presencia de los depredadores. Por el contrario, los depredadores tienen órbitas óseas que convergen hacia el frente. La convergencia posibilita la superposición del campo visual del ojo izquierdo y el derecho, enviando dos imágenes ligeramente diferentes al cerebro, el que interpreta la imagen en tres dimensiones (estereoscopía), permitiendo calcular distancias y ubicar a las presas con gran precisión en el espacio. Para sorpresa de los científicos, las órbitas de Thylacosmilus estaban orientadas lateralmente de forma similar a los caballos y las vacas. Entonces, ¿cómo era la visión de Thylacosmilus? ¿No podía ver en 3D?
Tener órbitas óseas poco convergentes no es incompatible con la depredación pues otros parámetros también influyen en la visión. Thylacosmilus habría compensado la baja convergencia y logrado la estereoscopía con la reorganización completa de sus orbitas. La orientación de sus orbitas en relación al plano del paladar (verticalidad) y la base del cráneo (frontalidad) son extremos en Thylacosmilus comparado con otros carnívoros como lo es el ¨tigres dientes de sable¨. Tal orientación es el resultado del compromiso morfológico entre la función primaria del cráneo (alojar a los órganos de los sentidos) a la vez que generar suficiente espacio para acomodar a los grandes caninos, cuyas raíces llegaban al dorso del cráneo.
Ahora, la pregunta sigue siendo ¿por qué Thylacosmilus habría tenido caninos tan grandes y de crecimiento continuo? Los estudios previos sugirieron que los caninos hiperdesarrollados habrían facilitado apuñalar a las presas sobre las partes blandas, infligiendo una profunda herida mortal. La mordida habría estado dirigida por la poderosa musculatura cervical y asistida por las patas delanteras con capacidades de manipulación. Thylacosmilus prosperó como un depredador de emboscada en las praderas del sur de América del Sur desde el Mioceno Tardío hasta su extinción hacia mediados del Plioceno, hace tres millones de años. Los restos bajo estudio fueron recuperados en yacimientos paleontológicos chapadmalalenses, en Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires) y Corral Quemado (Provincia de Catamarca) , con 5 a 3 millones de años de antigüedad.
Con Thylacosmilus extinto, los mamíferos carnívoros nativos sudamericanos liberaron el continente sudamericano para la conquista de los mamíferos placentarios norteamericanos del orden carnívora, como el ¨tigres dientes de sable¨ Smilodon. Smilodon era un félido de gran tamaño corporal (unos 200kg) con caninos grandes y robustos.