La discusión no es nueva. En 1962 se publicó el libro La querella de los métodos en la enseñanza de la lectura, de Berta Perelstein de Braslavsky, un ensayo sobre la pugna de los modelos pedagógicos. Si los chicos aprendían a leer y a escribir por aprender las letras y los sonidos, o si primero debían entender los significados de las palabras para que ese sentido inspire la lectura. Sin embargo, ese debate, que aquel texto pretendía zanjar, lejos está de acallarse. Es más, a la luz del Plan Federal de Alfabetización que impulsa el gobierno de Javier Milei, al que adhirieron los ministros de Educación de las 23 provincias y la ciudad de Buenos Aires, el debate sobre los métodos de enseñanza vuelve al centro de la escena. Tal como lo expresó el secretario de Educación, Carlos Torrendell, las jurisdicciones tendrán libertad para aplicar a partir del año próximo el método que elijan.
Algunos especialistas criticaron que el gobierno nacional, que se pronunció a favor de los métodos estructurados, no haya impuesto su criterio en el plan federal. Torrendell replicó que se respetará la visión de cada provincia, pero enfatizó en que la alfabetización debe ocurrir a los 6 años. “Eso es categórico”, apuntó. A la vez, apuntó que el progresismo argentino cuestiona el método estructurado y la conciencia fonológica, juzgándolos como “de derecha”, cuando este fue un método diseñado por un pedagogo soviético y hasta se aplica exitosamente en Cuba.
¿Cuáles son los métodos de alfabetización que se usan actualmente? ¿Sobre qué criterios se sustentan? ¿Cómo funcionan en la práctica? “Mientras que la propuesta nacional se enfoca en el nivel inicial y primario, cinco jurisdicciones concentran sus estrategias en el primario, otras cuatro en inicial y primario, y quince en los tres niveles obligatorios (inicial, primario y secundario). Además, once jurisdicciones definieron involucrar a actores no gubernamentales como aliados en la implementación de sus planes”, señala el Primer informe de monitoreo: Campaña Nacional por la Alfabetización, elaborado por el Observatorio de Argentinos por la Educación, en base a los planes que presentaron las provincias. Claramente, la elección del método que aplicará cada una tiene relación con la orientación política del gobierno provincial.
¿Cómo se enseña a leer y escribir?
Básicamente, hay dos grandes corrientes. Una apoya el método estructurado y que utiliza la conciencia fonológica (la enseñanza de la correspondencia entre los fonemas y los grafemas) y otra defiende la enseñanza holística del lenguaje, o método constructivista, global o psicogénesis, que presupone que al involucrarse en el sentido del lenguaje el chico va construyendo lógicas propias que le permiten descubrir por sí mismo cómo se escriben y leen las palabras. Mientras que el primero pone énfasis en el enseñar instrumentalmente “el trencito de letras”, que todas juntas componen una palabra, el segundo prioriza la compresión del sentido de esa palabra, que dará como consecuencia el desarrollo de la escritura.
En el país, los sectores progresistas históricamente impulsan el método constructivista. Es el modelo que se aplicó desde fines de la década del 80 en adelante, y cuya enseñanza se consolidó en la década del 90, al que los sectores liberales atribuyen la culpa de la tragedia educativa argentina: que los chicos egresen sin comprender cuestiones básicas. En cambio, los sectores conservadores y liberales promueven una vuelta a los métodos estructurados, no como se aplicaban hace 50 años, conocido como método fónico, sino más asociado al modelo de la conciencia fonológica. Sostienen que a leer y a escribir se tiene que enseñar con un método sistemático, ordenado, y que en pocos meses debe lograrse.
Entre una y otra posición también hay especialistas que proponen avanzar con un modelo intermedio, que incluye la perspectiva del alumno en la construcción de saberes, rescata que para aprender a escribir hay que enseñar metodológicamente las letras, los fonemas y los grafemas, y utiliza conceptos de la neurociencia para entender cómo aprenden los chicos. Varias provincias optaron por este modelo intermedio, más allá de la orientación política.
“En los métodos estructurados se enseña en forma sistemática las correspondencias sonido-letra, mientras que en el método psicogenético, no. Cuando los chicos no aprenden en pocos meses, las correspondencias sonido-letra van retrasando el aprendizaje. Por lo tanto, no pueden aprender a leer y escribir”, describe Ana María Borzone, la especialista en alfabetización que lidera el proyecto “Queremos aprender”, con resultados exitosos en varias provincias. “La psicogénesis y el método balanceado no enseñan en forma sistemática estrategias de comprensión y de producción de textos escritos. Tampoco enseñan oralidad, es decir, a comprender y a producir textos orales. ¿Por qué? Se basan en la idea de que todos los seres humanos tenemos predisposiciones innatas para adquirir el lenguaje y que se debe aprender primero el sentido general para después focalizar en las palabras. Es cierto que todos los seres humanos adquirimos lenguaje, pero los géneros discursivos, aprender a relatar, a explicar, a exponer, a argumentar, no. Son lenguajes que tienen que ser enseñados, en forma sistemática”, apunta Borzone.
“Este método viene acompañado de un discurso pseudoprogresista, de que al niño no había que exigirle, ni presionarlo, no había que corregirlo, que iba a descubrir por sí mismo el principio alfabético y entonces iba a aprender. En estos últimos 30 años se impuso el método psicogenético. Los resultados están a la vista. No aprendió. Es muy grave haber utilizado esa metodología, porque ya se había investigado en el mundo que genera lo que hoy tenemos: un retraso en el aprendizaje. Cuando los chicos no aprenden a leer y escribir en primer grado, empiezan a arrastrar ese fracaso a lo largo de toda la trayectoria escolar. Es decir que ese método es una de las causas de la tragedia educativa argentina”, afirma.
“Primero los chicos tienen que aprender a relatar oralmente y luego, a leer palabras, a escribir palabras, van a poder escribir textos. Tienen que aprender oralmente, a través de estrategias como la lectura dialógica (aquella en la que se lee haciendo explícitos conceptos implícitos, haciendo participar a los chicos), estrategias de comprensión, de tal manera que cuando puedan leer en forma autónoma palabras, podrán leer y comprender textos. Todo este proceso se puede dar en primer grado. A fin de primer grado, con esta metodología de enseñanza explícita, sistemática y progresiva, los chicos pueden leer, comprender y escribir textos breves”, dice Borzone, cuyos métodos se aplican en Mendoza, Chubut y San Juan.
“En las capacitaciones docentes les mostramos los resultados y quedan sorprendidos. Y entusiasmados cuando prueban y ven cómo los chicos aprenden. Los docentes están muy frustrados porque no les han dado herramientas para enseñar”, agrega.
La psicogénesis es un enfoque local del método global, que surgió con la publicación de Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño, el libro de Emilia Ferreiro y Ana Teberosky, en 1979. Al abrazar este modelo, a fines de los 80, el proceso de alfabetización en los alumnos es de inmersión: la maestra crea las condiciones y da lugar a que los chicos construyan su lectoescritura de manera más integral a partir de la interacción con el medio y las experiencias culturales. No son pocos los especialistas que sostienen que haber abandonado los modelos estructurados y sistemáticos, lejos de brindar oportunidades para todos, agrandó la brecha educativa, ya que el capital cultural, el manejo del vocabulario y el manejo de un código lingüístico con los que los chicos llegan al colegio también significaron que el factor cuna resultara determinante ante la posibilidad de aprender con este método.
La construcción de un lector hábil
“Hay tres patas en la alfabetización inicial. Una tiene que ver con poder entender y dominar cómo esta combinación de marcas, de grafías que no tienen ningún sentido en sí mismas, ordenadas de determinada manera van formando palabras, ese trencito de letras, que es la primera unidad que tiene sentido. Primero aparecen las palabras; después, las oraciones, los párrafos, los textos, etcétera. Saber que poniendo de determinada manera las letras voy a poder reproducir cualquier palabra que quiera decir significa dominar el principio de composición alfabética de las palabras. Los niños tienen que recibir instrucción explícita para esto, ordenada y precisa”, explica Irene Kit, pedagoga y especialista en políticas educativas.
“La otra pata tiene que ver con reconocer las tipologías y las estructuras de los textos. Y la tercera es entrar en contacto con la producción cultural letrada de su país, del mundo histórico”, detalla Kit. “Construir un lector hábil y competente y un escritor hábil y competente lleva como mínimo diez años para un nivel básico. Que los chicos conozcan las letras es una primerísima, necesaria pero primerísima, parte de la alfabetización”, añade.