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Argentina y una goleada con baile

Es imposible de frenar. Messi, su equipo, el entusiasmo, la euforia que estalla en el Monumental. La ovación para Leo, para Dibu Martínez, para De Paul, para Di María, hasta para Scaloni (aplaudido con cantito incluido en pleno partido, sí). Es imposible de frenar esta ola celeste y blanca, ese ritmo, ese empuje, esa precisión en velocidad, esa voracidad. Es imposible de frenar, claro, porque el campeón está así, unido en una misma causa, en un puño apretado gritando por Argentina. La Selección derrocha confianza, optimismo, seguridad, energía, buena salud. Y da placer. Así aplastó a Uruguay 3-0. Y así, dio un paso más, uno enorme, a Qatar 2022.

Si ganó más que un partido es por las condiciones en las que se presentó el juego. Porque ganó (goleó y gustó) ante un rival que armó un cerrojo que parecía imposible de romper. Le ganó a una línea de cinco y a otra de cuatro, tiró una doble pared que buscó quebrarle la paciencia. Le ganó a un adversario que lo hizo sufrir, que puso a prueba a su arquero, cada vez más gigante, con tapadas decisivas . Y le ganó, como si fuera poco, a la presión de la tabla, porque en la previa se habían dado resultados favorables para cortar camino al Mundial. No le pesó.

La Selección se impuso a todo eso. Incluso, a las dudas iniciales de su defensa (luego Romero y Otamendi se afirmaron). Pero hay un aura tan positivo, que no sólo el palo ahora juega a favor (como en la de Suárez). también las asistencias se convierten en goles. En efecto, ese pase de Messi en cachetada para la entrada de Nico González que se le coló a Muslera, cambió el partido, partió a Uruguay, lo hundió. Sin embargo, fue Argentina el que provocó ese derrumbe. Con paciencia, con solvencia, con juego asociado, con decisión. Nunca se apartó de su libreto. Su rival, en cambio, sí se quedó sin él.

Si el gol de Messi fue un mazazo, el de De Paul seis minutos después fue un golpe de nocaut. A partir de ahí, fue todo de Argentina. Pero todo, absolutamente todo. Con un Messi inspirado, picante, imparable. Con un De Paul todoterreno, lugarteniente del capitán, intratable para meter y para jugar. Con un Lo Celso metido, preciso, siempre peligroso. Con un Lautaro Martínez que, sin estar en sintonía, igual selló la goleada. Y con un equipo comprometido, lúcido, en el que los que juegan demuestran por qué juegan y los que entran no desentonan.

El equipo de Scaloni se floreó a tal punto que la gente terminó gritando «ooole» al final del primer tiempo, en el final del partido y en varios pasajes más. Fueron tres, pudieron ser cuatro o cinco (Uruguay le terminó pidiendo clemencia), en el mejor partido de la Selección en las Eliminatorias. Por el rival, por el contexto, por lo que significa, porque en el camino a Qatar hoy le sacó siete puntos a Colombia, el quinto que se clasifica por repechaje (y falta ver los tres de Brasil).

«La Scaloneta, la puta que lo parió», fue el grito que se sumó esta vez al «que de la mano, de Leo Messi…». Hubo ovaciones para todos. Para los que salieron y para los entraron (porque el DT hasta se dio el lujo de cuidar jugadores antes uno de los rivales más fuertes). Y para cada jugada que tenía olor a gol. Como si todo pasara en Disney y no en el Monumental…

Argentina, en este nivel, no sólo defiende con honores el título de campeón de América. No sólo sigue invicto en 24 partidos. Confirmó que hoy es la mejor selección del continente, aunque la tabla diga lo contrario. Y no sólo mira el Mundial más cerca. Así como está, lo mira con ilusión, con ganas, con esperanza…

FUENTE: Olé

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