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Científicas del CONICET participan de diferentes proyectos para acompañar a integrantes de la comunidad LGBTIQ+

El 28 de junio es el Día del Orgullo LGBTIQ+ en conmemoración de los sucesos que ocurrieron en 1969 en el bar Stonewall en Nueva York, al que asistían personas de diferentes orientaciones sexuales que eran sistemáticamente hostigadas y perseguidas por la policía. La Revuelta de Stonewall es el nombre con que se conoce a una serie de manifestaciones espontáneas que tuvieron lugar aquel día como respuesta a una redada policial. Este acto es considerado la primera manifestación pública relacionada a la sexualidad de las personas, en tanto identidad de género, expresión de género y orientación sexual. La lucha del colectivo LGBTIQ+ cobró visibilidad durante aquellos y desde entonces la lucha por los derechos de la comunidad creció y se hizo más fuerte.

En este sentido, hay quienes desde la ciencia buscan acompañar a integrantes de la comunidad LGBTIQ+. Un ejemplo es la tarea que lleva adelante el Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades (GEFGS) de la Universidad de Mar del Plata (UNMDP), en el que participan Cecilia Rustoyburu, investigadora adjunta del CONICET y Melina Antoniucci, becaria doctoral del Consejo. Rustoyburu y Antoniucci forman parte de proyectos y líneas de investigación que abordan experiencias de vida trans y travestis, para construir saberes que colaboren en la visibilización de la problemática, así como en la modificación de prácticas estigmatizantes.

Las experiencias de las personas trans en el sistema de salud y en instituciones educativas

A través de diferentes proyectos de extensión y transferencia buscan realizar un aporte para la modificación de algunas situaciones muy concretas en dos instituciones con prácticas expulsivas para las personas trans: las escuelas y los centros de salud. Respecto de esto último, especialmente buscan reconstruir las experiencias de las personas trans que en el sistema de salud, emprenden procesos de modificación corporal. “Nos interesa poner en tensión los enunciados de la legislación y de los protocolos de atención construidos por el Ministerio de Salud junto a referentes del colectivo LGBTIQ+, con los relatos de quienes transitan esos espacios”, advierte Antoniucci. Rustoyburu agrega: “Los pocos datos cuantitativos disponibles antes de comenzar nos permitían aventurar que las prácticas expulsivas y discriminatorias continúan vigentes”.

En los últimos años llevaron a cabo diferentes proyectos, entre los que se encuentra: “Desarrollo de una aplicación para el Programa de Salud y Diversidad del Municipio de General Pueyrredon”, que fue elegido en la Convocatoria Universidades Agregando Valor y financiado por la Secretaría de Políticas Universitarias, que depende del Ministerio de Educación. La aplicación permitirá gestionar turnos para el Centro Nº 1 de Diversidad de Mar del Plata, pedir órdenes para medicación y análisis y también tendrá un apartado para la promoción de derechos y buenas prácticas en salud y diversidad sexual.

“También trabajamos con las personas interesadas en utilizar la aplicación para diseñar la sección de Preguntas Frecuentes. Si bien aún no está disponible, esperamos que en los próximos meses pueda encontrarse en las tiendas de aplicaciones”, cuenta Rostoyburu.

Además, trabajaron fructíferamente en el Proyecto de Comunicación Pública del Conocimiento Científico Infancias y adolescencias trans, no binaries y de género fluido en las instituciones educativas, financiado por la UNMDP. El GEFGS tuvo como objetivo comunicar saberes que se generaron desde otros proyectos del grupo en relación a infancias trans y el uso de bloqueadores de la pubertad. “Lo que hicimos fue dar talleres con equipos de orientación escolar, docentes y personal de dirección en escuelas primarias y secundarias para pensar qué necesidades tenían esas comunidades en materia de infancias y adolescencias trans”, refiere Antoniucci.

A partir de estos talleres elaboraron folletos dirigidos a docentes de los diferentes niveles y familias que contienen información en materia de derecho y recursos para conocer qué son las infancias y adolescencias trans, qué espacios de atención existen en Mar del Plata y aquellos espacios de contención para que las familias puedan acompañar a esas infancias y adolescencias. También elaboraron afiches para las escuelas en el ejercicio de su derecho a la identidad. “Antes existía una expulsión de las identidades disidentes o las identidades de género no hegemónicas y ahora, afortunadamente, por una multiplicidad de factores esas personas están dentro del sistema educativo y tienen muy claro cuáles son sus derechos. Sin embargo, no siempre la institución educativa y las familias manejan esa información y nuestro objetivo es trabajar con esas infancias y adolescencias que transitan la escuela para que se les garantice derechos individuales y colectivos, de acceso a la salud, a la educación, a la información y por supuesto el derecho a la identidad”, detalla Antoniucci.

Toda tecnología es política: pensar los procesos de hormonización de las personas trans desde las ciencias sociales

El grupo también llevó adelante el proyecto Procesos de hormonización en personas travestis y trans en Mar del Plata: tecnologías biomédicas, experiencias e identidades de género, que involucró a integrantes de la Facultad de Humanidades y de la Escuela Superior de Medicina de la UNMDP. Si bien existen diferentes tecnologías biomédicas alrededor de la construcción de los cuerpos, en este caso en particular el grupo de especialistas se centró en los procesos de hormonización de las personas trans. Ya que, más allá de ser un tema que históricamente abordan desde el GEFGS, la hormonación es uno de los primeros procesos que van a buscar las personas trans al sistema de salud.

“Quisimos ver cuáles son las asignaciones genéricas que se les atribuyen a esas hormonas. Por ejemplo, en los relatos de varones trans surge que a partir de incorporar testosterona hay ciertos cambios emocionales, como no poder llorar o el aumento de la libido. Sabemos que algo sucede pero queríamos ver cómo se entrama esa construcción de la identidad con la atribución genérica que se hace de las hormonas”, explica Antoniucci.

El desafío para las especialistas en este caso fue pensar cómo se transita ese proceso de hormonización, desde el acceso hasta los efectos y resignificaciones del uso de estas hormonas. Por ejemplo, no todas las hormonas se consiguen en Argentina, a pesar de ser el único en el mundo que garantiza la identidad de género auto-percibida y avala el proceso de hormonación a través de leyes. Y luego, ¿qué pasa con esos cuerpos que se exponen a hormonas? ¿Hay repercusiones en la salud por el uso de estas tecnologías? Entendiendo que cuando las tecnologías son desarrolladas en su construcción intervienen representaciones de género, sociales, raciales y capacitistas.

“Siempre la tecnología es política porque está mediada por esos valores e intereses, y cuando pensamos las tecnologías biomédicas las pensamos en esa clave: como herramientas abiertas que todo el tiempo se están resignificando”, advierte Rostoyburu. En el uso de hormonas las investigadoras explican que la inscripción de ideas previas es más explícita. Por ejemplo: la testosterona, que es una hormona leída como masculina, es consumida por mujeres trans para aumentar la libido sexual, aun cuando su identidad de género es femenina.

Actualmente, el GEFGS está llevando adelante un proyecto que se denomina Género, tecnologías biomédicas y ciudadanías. Experiencias de usuaries y activismo en Argentina. En este caso retoman las temáticas trabajadas y profundizan en los activismos sobre temas como la anticoncepción, la endometriosis, el activismo gordo y el activismo trans, teniendo en cuenta cómo las personas se organizan alrededor de estas causas.

El trabajo que llevan a cabo siempre parte desde una mirada interdisciplinar, ya que en el grupo se encuentran especialistas en filosofía, antropología, sociología, historia, comunicación, psicología y ciencias políticas, y es precisamente esa diversidad de miradas la que facilita el trabajo y lo enriquece. Desde hace más de más de diez años investigan sobre hormonas sexuadas y medicalización de la sexualidad en clave socio-histórica. Han profundizado en la construcción de tecnologías biomédicas para detectar embarazos, corregir corporalidades no binarias y (re)producir la fertilidad. Y publicaron dos libros al respecto junto a la Editorial EUDEM: De las hormonas sexuadas al Viagra. Ciencia, medicina y género en Argentina y Brasil, en 2014, y Cuerpos Hormonales. Intersecciones entre laboratorio, clínica y sociedad, en 2018.

Como profesionales de las ciencias sociales, las investigadoras aseguran que estos proyectos significan un reto. Las especialistas advierten que la articulación con especialistas de la medicina y desarrolladores de software ha implicado un desafío y no sólo se trató de articular prácticas profesionales muy distintas sino también estilos de pensamiento. Sin embargo, son pasos necesarios porque las condiciones de vida de la población trans y travesti muestran que más allá de las leyes aún faltan muchos más cambios, para evitar así que esas identidades sean expulsadas de los sistemas educativos y de salud, pero que además se respete su identidad en estos espacios. Especialmente para las feminidades, que además se ven segregadas del mercado laboral, donde la implementación de la ley de cupo resulta urgente.

“Sabemos que la expectativa de vida de las mujeres trans continúa cerca de los 40 años. Por esto, creemos que desde las ciencias sociales tenemos que aportar datos sobre las experiencias y las expectativas de las personas travestis y trans respecto de las instituciones de salud. Decidimos articular con especialistas de esta área que atienden en consultorios definidos como inclusivos porque entendemos que también es necesario introducir una dimensión reflexiva sobre sus propias prácticas. Nos interesa problematizar con elles cómo traducen la retórica de derechos y los saberes de los estudios de género sobre las hormonas sexuadas en su hacer cotidiano como profesionales comprometidos con el cambio de paradigma”, concluye Rostoyburu.