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Coronavirus: el Papa dijo que «de una crisis como esta no se sale iguales, se sale mejores o peores»

«¡Queridos hermanos y hermanas, buen día! Hoy que la plaza está abierta, podemos volver. ¡Es un placer!». El papa Francisco no ocultó su satisfacción al pronunciar la oración mariana del Regina Coeli ante fieles desde la ventana de su despacho del Palacio Apostólico, después de casi tres meses sin poder debido a la emergencia del coronavirus.

El Papa, que se había visto obligado a celebrar esta tradicional cita dominical a solas, por streaming , desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, volvió a hacerlo desde la ventana, como siempre, pero ante una cantidad limitada de fieles, que pudieron entrar a la Plaza de San Pedro con barbijo y manteniendo una distancia interpersonal de seguridad.

El Papa envió un mensaje de esperanza y llamó a tener coraje de cambiar y de ser mejores en la post-pandemia. «Ustedes saben que de una crisis como esta no se sale iguales, como antes: se sale mejores o peores», aseguró. «¡Que tengamos el coraje de cambiar, de ser mejores, de ser mejores que antes y poder construir positivamente la post-crisis de la pandemia!», exhortó.

También pidió por los pueblos de la Amazonía especialmente afectados por el coronavirus. «Son muchos los contagiados y muertos, también entre los pueblos indígenas, particularmente vulnerables», lamentó. «Por intercesión de María, Madre de la Amazonía, rezo por los más pobres y más indefensos de esa querida región, pero también por los de todo el mundo y hago un llamamiento para que no le falte a nadie asistencia sanitaria», pidió. Y recordó la urgencia de «curar a las personas, no ahorrar para la economía». «Curar a las personas, que son más importantes de la economía. «Nosotros, personas, somos el templo del Espíritu Santo, la economía no», destacó.

Por la mañana, en una misa que celebró por la fiesta de Pentecostés ante un reducido número de fieles en la Basílica de San Pedro, recordó que «el Espíritu Santo es la unidad que reúne la diversidad y que la Iglesia nació así: nosotros diversos, reunidos por el Espíritu Santo». Aludió a las internas y divisiones que hay en la Iglesia, al reconocer que «entre nosotros existen diferencias, por ejemplo, de opinión, de elección, de sensibilidad» y destacó que el Espíritu Santo quiere otra cosa. «Empecemos de nuevo desde aquí, miremos a la Iglesia como la mira el Espíritu, no como la mira el mundo. El mundo nos ve de derecha y de izquierda, con esta ideología u otra, el mundo ve conservadores y progresistas», dijo.

Recordó luego que en el día de Pentecostés los apóstoles no prepararon ninguna estrategia ni plan pastoral, y que el Espíritu no quería que la memoria de Jesús se cultivara en grupos cerrados, en cenáculos donde se toma gusto a ‘hacer nido’. «En el mundo todo se viene abajo sin una planificación sólida y una estrategia calculada. En la Iglesia, por el contrario, es el Espíritu quien garantiza la unidad a los que anuncian. Por eso, los apóstoles se lanzan, poco preparados, corriendo riesgos; pero salen. Un solo deseo los anima: dar lo que han recibido», subrayó.

No al pesimismo y al victimismo

En este marco, advirtió de la existencia de tres enemigos: el narcisismo, el victimismo y el pesimismo, tentaciones que relacionó con la situación actual de crisis debido al coronavirus. «En esta pandemia, cuánto duele el narcisismo, el preocuparse de las propias necesidades, indiferente a las de los demás, el no admitir las propias fragilidades y errores. Pero también el segundo enemigo, el victimismo, es peligroso. Por último, está el pesimismo. Aquí la letanía diaria es: ‘Todo está mal, la sociedad, la política, la Iglesia…’. El pesimista arremete contra el mundo entero, pero permanece apático y piensa: ‘Mientras tanto, ¿de qué sirve darse? Es inútil’. Y así, en el gran esfuerzo que supone comenzar de nuevo, qué dañino es el pesimismo, ver todo negro y repetir que nada volverá a ser como antes», dijo.

«Cuando se piensa así, lo que seguramente no regresa es la esperanza», advirtió. «Por esta razón, necesitamos el Espíritu Santo, don de Dios que nos cura del narcisismo, del victimismo y del pesimismo. Pidámoslo: Espíritu Santo, memoria de Dios, reaviva en nosotros el recuerdo del don recibido. Líbranos de la parálisis del egoísmo y enciende en nosotros el deseo de servir, de hacer el bien. Porque peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla, encerrándonos en nosotros mismos. Ven, Espíritu Santo, Tú que eres armonía, haznos constructores de unidad; Tú que siempre te das, concédenos la valentía de salir de nosotros mismos, de amarnos y ayudarnos, para llegar a ser una sola familia».

Fuente: La Nación

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