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Lobería: Un Viaje al Corazón de la Provincia, Donde la Naturaleza Abraza la Historia y el Futuro

Un recorrido por el territorio bonaerense nos revela un destino donde la naturaleza, la cultura y el espíritu emprendedor conviven en armonía. Desde sus paisajes costeros y serranos hasta el dinamismo de su vida urbana, este rincón bonaerense sorprende por su hospitalidad, su historia viva y sus proyectos de futuro. Una invitación a descubrir cómo el compromiso de su gente, el legado deportivo y el impulso educativo transforman a Lobería en mucho más que un lugar: en una experiencia auténtica que deja huella.

Por Marcelo Pérez Peláez

Como periodistas de distintos medios de comunicación de Mar del Plata, recibimos con entusiasmo la invitación de Jorge Heger, director de Turismo de Lobería, para sumergirnos en el encanto de su partido. La iniciativa fue posible gracias al valioso trabajo del loberense Beto Mena, quien, desde Mar del Plata, se encargó de convocar y coordinar a los profesionales de la comunicación para esta experiencia. Lobería, con su mosaico de paisajes, historias y proyectos, superó ampliamente nuestras expectativas, grabándose en nuestra memoria como un destino donde la emotividad y la sorpresa se entrelazan en cada rincón. Fue un viaje que nos permitió no solo informar, sino también conectar profundamente con la vibrante esencia de un lugar que respira autenticidad.

A unos 500 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, en el sudeste de la provincia, aparece Lobería: un escenario donde la naturaleza ha sido generosa, ofreciendo mar, sierras y ríos. Es un destino ideal para quienes aman disfrutar de actividades al aire libre: pesca, deportes acuáticos, cabalgatas, trekking serrano y paseos entre estancias. El Río Quequén, en particular, es un paraíso para los que buscan contacto con la naturaleza en su estado más puro. Los amantes de la fotografía hallarán en estos paisajes un taller sin límites donde capturar atardeceres, médanos, bosques y espejos de agua.

Arenas Verdes: el susurro del océano y el despertar de un ícono

Nuestro recorrido comenzó en Arenas Verdes, a solo 50 kilómetros de Lobería, donde la vista se pierde en un horizonte que funde mar y cielo. Con servicio de guardavidas, seguridad, camping, cabañas y diversas prestaciones turísticas, este balneario ofrece todo lo necesario para una estadía segura y placentera. Muy cerca, la Bahía de los Moros despliega su belleza indómita, un rincón que parece detenido en el tiempo.

Al llegar, el aire fresco, puro y salino nos envolvió, mientras el rumor constante del Atlántico nos daba la bienvenida. Este rincón del sur bonaerense, a escasa media hora de Necochea y poco más de una hora de nuestra Mar del Plata natal, se reveló como una joya silenciosa, un lienzo agreste donde la naturaleza manda y la tranquilidad es una melodía constante. Es un refugio para quienes buscan escapar de la vorágine cotidiana, un santuario donde el único «ruido» es el de las olas rompiendo en la orilla.

Pero Arenas Verdes nos guardaba una sorpresa que redefine su esencia. En medio de esa agreste belleza se alza AV 366, un proyecto que fusiona lujo y armonía con el entorno. Frente al mar, su arquitectura contemporánea dialoga con el paisaje, prometiendo áreas de relajación y experiencias que elevan el concepto de bienestar. Y en el corazón de AV 366, el restaurante Julia, inaugurado recientemente, es ya un hito culinario regional. Su carta celebra ingredientes locales con técnicas innovadoras, en un entorno de diseño minimalista y vistas que cortan la respiración. “Un puente entre la naturaleza y el placer auténtico”, resume su filosofía.

Lobería urbana: la cuna del conocimiento y el sabor de la hospitalidad

Luego de la inmersión en la costa, el recorrido nos condujo al centro urbano, donde el progreso se hace tangible. Allí se alza la nueva Universidad de Lobería, inaugurada en junio de 2025, fruto de años de anhelos y esfuerzo colectivo. La oferta académica —turismo, gestión ambiental, tecnología— refuerza el compromiso local con la educación sin desarraigo y con un futuro inclusivo. Las aulas modernas, la tecnología de última generación y los espacios comunes diseñados para el encuentro son el testimonio de una comunidad que cree en el poder transformador del conocimiento.

Además, el proyecto de la Universidad de Lobería ha trascendido el ámbito local gracias a su innovador modelo de formación profesional vinculado al desarrollo comunitario. La institución ha sido destacada internacionalmente por su impacto positivo en la vida de los habitantes y por ofrecer carreras que combinan calidad académica con compromiso social. Su edificio, que integra la preservación patrimonial al respetar la antigua fachada donada por la Sociedad Cosmopolita en 1909, incorpora tecnologías sostenibles como paneles solares y aulas híbridas. Este enfoque integral no solo potencia el desarrollo regional, sino que también convierte a Lobería en un ejemplo de educación superior comprometida con el ambiente y la inclusión.

Más que un almuerzo…

El almuerzo con el intendente Pablo Barrena se convirtió en un verdadero diálogo sobre el presente y futuro de Lobería, con empanadas caseras, un asado tradicional y el clásico budín de pan con dulce de leche como cierre delicioso. Barrena habló con claridad sobre los objetivos de su gestión: potenciar el desarrollo turístico de Arenas Verdes garantizando un crecimiento armónico y compatible con el medio ambiente; consolidar la Universidad de Lobería como motor de oportunidades, subrayando una inversión cercana a los mil millones de pesos y destacando que miles de personas ya pasaron por sus aulas; fortalecer el sistema de salud municipal y avanzar en infraestructura, siempre gestionando con prudencia y transparencia. Expresó su visión de una ciudad «importante, democrática y sostenible», donde cada obra y cada política vienen del consenso con la comunidad. Ese almuerzo fue más que una comida: fue un testimonio vivo de la complicidad entre quienes construyen y quienes relatan el camino de esta tierra.

Entre motores y memoria: el legado de Horacio Cherencio

El viaje nos permitió también conocer a figuras entrañables como el Dr. Horacio Cherencio, cirujano y apasionado del automovilismo. Su libro Historia del Automovilismo Zonal Loberense rescata cinco décadas de competencias y hazañas, mientras su sueño del Museo de la Velocidad se perfila como un futuro faro cultural y deportivo. Lobería, conocida como la «Capital de las Cafeteras», combina con naturalidad historia, tradición y audacia.

Cherencio, con la calidez de quien ama profundamente su tierra, nos abrió las puertas de su universo personal: un taller donde conviven recuerdos, trofeos, fotografías y piezas mecánicas cargadas de historia. Nos habló de su infancia marcada por el rugir de los motores en los circuitos de tierra, de los pilotos legendarios que inspiraron su pasión, y de cómo el automovilismo es, para la ciudad, mucho más que un deporte: es una tradición que une generaciones y barrios enteros alrededor de un mismo latido. Sus relatos, impregnados de emoción, nos hicieron comprender que ese sueño del Museo de la Velocidad no es solo suyo, sino de todo un pueblo que busca preservar y celebrar su identidad.

Un destino sorprendente

Lobería no es solo un punto en el mapa; es un destino que late con la fuerza de su gente, de su historia y de su paisaje. Desde Arenas Verdes hasta la Bahía de los Moros, desde el Río Quequén hasta sus sierras y estancias, todo invita a compartir en familia y con amigos, a descubrir un lugar donde la hospitalidad es ley y la naturaleza es protagonista. La invitación queda hecha: Lobería espera a quienes deseen experimentar el equilibrio perfecto entre autenticidad y futuro.

El viaje también nos permitió reconocer cómo la ciudad bonaerense ha sido cuna de deportistas que brillaron con luz propia en la escena nacional. Oscar “Pincho” Castellano, tres veces campeón del Turismo Carretera, sigue siendo un símbolo viviente de superación: su vida ligada al rugir del motor, forjada desde su niñez en talleres locales, marcó un hito en la historia automovilística argentina, y hoy continúa transmitiendo su pasión a través del Castellano Power Team, la escudería familiar. Por su parte, Alejandro “La Porota” Barberón —talento nacido en estas tierras y campeón con Independiente en la Copa Libertadores 1984— demuestra que la ciudad puede nutrir figuras que triunfan también con la pelota. Ambos representan esa dualidad tan loberense: arraigo profundo y ambición para conquistar nuevos horizontes, haciendo honor a la naturaleza hospitalaria y generosa de esta tierra.

FUENTE: Noticias MDQ

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