En octubre de este año comenzarán las obras para convertir el predio en oficinas gubernamentales
La Cárcel de Caseros cerró sus puertas hace 18 años y sin embargo por estos días frente al portón de doble hoja de calle Pichincha deambulan policías y presos. Se mezclan entre técnicos, productores, camarógrafos y tiracables, que redoblan el paso para filmar una escena.
Las paredes descascaradas del penal, convertido en set de televisión, se debaten entre el decorado de la tercera temporada de El Marginal y su propia historia de encierro, motines, crímenes y fugas. Son los últimos meses antes de que sea convertido definitivamente en un edificio de oficinas.
«Mariano de Zavaleta te amo mi amor, te extraño, aguanten 20 minutos con vos guacho», dice un mensaje con fibrón en una pared en la que empieza a saltarse la pintura. Una misiva a destiempo, que habla de los pocos minutos de amor a los que un preso tiene derecho por semana, los días de visita.
Apenas se atraviesa el portón de hierro y doble hoja de calle Pichincha, se advierte que de la cárcel sólo queda la estructura. El espacio está tomado por Los Borges y sus secuaces. Claudio Rissi y Nicolás Furtado, en la piel de los hermanos Mario y Diosito, son los dueños de la prisión en la ficción.
Hace falta atravesar el primer pasillo casi completo, flanquear un pabellón puesto a punto, locaciones pensadas a medida, cruzarse con una horda de extras tumberos que saludan con «buenas tardes», para desembocar en el patio del penal.
El patio es el último espacio tomado por la televisión. De ahí más están las paredes que todavía conservan la historia de la cárcel. «Acá en el patio nosotros montamos ‘la villa’, esto en la vida real es imposible porque por los derechos humanos no puede haber presos a la intemperie», le aclara a Infobae alguien de la productora, mientras atravesamos el set.
La cárcel cerró sus puertas en el 2001 y ahora un proyecto del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires transformará el predio en oficinas gubernamentales. Allí funcionará el Ministerio de Economía y Finanzas (Hacienda y AGIP), con un total de 4.700 puestos de trabajo. Será el edificio estatal más grande de la Ciudad. Las obras comenzarán en octubre próximo y se espera que están terminadas para el segundo trimestre de 2021.
El penal fue concebido en 1870 como Casa de Corrección de Menores Varones, alojando no sólo a jóvenes delincuentes sino también a niños que habían sido abandonados por sus familias. Tenía capacidad para 500 internos.
En 1979, plena dictadura militar, Jorge Rafael Videla la inauguró como prisión. Ironía del destino en 1998 sería encerrado allí por el asesinato y la desaparición de miles de personas durante su presidencia. Sólo pasaría 38 días en Caseros, tras los que sería beneficiado con la prisión domiciliaria.
La cárcel fue incorporada en 2014 como edificio de valor patrimonial, por lo que su fachada no puede ser modificada. El proyecto del gobierno porteño sin embargo dejará poco del viejo complejo. Las cuatro torretas que ocupan cada una de las esquinas y un pasillo de tres metros de ancho, con techo de vidrio, que rodeará el predio para cumplir con la norma. En su interior se erigirán siete plantas de oficinas y dos subsuelos.
La otra historia del edificio, más íntima, es esa de la que todavía se encuentran pistas en las paredes de las que fueron celdas, de los buzones, los baños y los pabellones. Son los últimos meses antes de que desaparezcan para siempre. Duran pegadas páginas de revistas desteñidas, la mayoría con fotos de mujeres, modelos de la época, veinteañeras que hoy tienen entre 50 y 60 años.
La vida carcelaria se rastrea en los jeroglíficos tumberos que sobrevivieron al paso del tiempo. «Yo no corro ni engaño, solo fumo porro y meto caño», la vida criminal. «Calla ladrón que en tu silencio está tu libertad», los códigos tras las rejas. «Diego sacanos», junto a una cruz, el pedido desesperado al más humano de los dioses.
Quizás las pintadas daten de 1996 cuando su apóstol más cercano, Guillermo Coppola, estuvo en Caseros. Fue encerrado por una causa que lo señalaba como el presunto líder de una banda narco e intentó suicidarse en su celda. Fue detenido tras un allanamiento en su casa y pasó 97 días tras las rejas.
El «Gordo» Luis Valor , célebre en el mundo del hampa por robar 24 bancos y 19 camiones blindados, también estuvo en el penal. En 1996 los doce reclusos que habían protagonizado el sangriento motín de Sierra Chica, causaron una revuelta en Caseros y mantuvieron en vilo al país por seis horas, hasta que agentes del Servicio Penitenciario Federal decidieron reprimir a los amotinados.
Ahora los pasillos esperan en silencio que terminen de borrarse las últimas marcas de los que los caminaron y los sufrieron. Algunos de los miembros de la producción de El Marginal, le confían a Infobae, les gusta recorrerlos de noche. «Se siente una energía rara», admite uno de ellos, rodeado por las huellas de los últimos condenados.
Fuente: Infobae