Mirador Virtual Mobile

Los chicos y el ADD

¿Tienen “déficit de atención” u otro modo de atender?
Desde hace algunos años son muy frecuentes las consultas por niños que no prestan atención y se mueven en clase. ¿Son hiperactivos? ¿Están desatentos? ¿O no atienden a lo que nosotros queremos que atiendan?

  • ¿Por qué le exigimos que atiendan el discurso del docente, cuando socialmente los exponemos a estímulos de gran intensidad y de poca duración (como los video-clips, las publicidades televisivas y los jueguitos electrónicos)?
  • ¿Por qué en un mundo donde predominan las imágenes les pedimos que atiendan a palabras?

También muchos padres, agobiados por exigencias laborales, pretenden que la casa sea un remanso de paz y viven la actividad de un niño como excesiva. Los chicos son sancionados por lo que son, justamente, características de la infancia: la vitalidad, el movimiento, el salto de un tema a otro, de un juego a otro, el llamar la atención de los adultos, el hacer ruido…

Cuando el movimiento los excita

Hay niños que sufren y que lo manifiestan con un movimiento desordenado. Dan la impresión de quedar pataleando en el aire, de que no pueden parar, de que están “pasados de revoluciones” y cada vez más excitados. El movimiento funciona en un circuito de erotización.

Estos niños están hablándonos, como pueden, de su sufrimiento. Nos convocan para que los ayudemos, para que respondamos de algún modo a lo que les pasa. Necesitan de una contención externa, que puede estar dada por el adulto en forma de gesto o palabra envolvente.

¿”Déficit” u otro modo de atender?

Es habitual que el niño supuestamente “desatento” esté atento a otras cuestiones que aquellas que le reclaman los adultos. Por ejemplo, un niño puede estar pendiente del cariño del docente y no escuchar lo que éste dice. O puede estar atento a la mirada de sus compañeros, o a los estímulos externos, o preocupado por la pérdida de un juguete, o centrado en un mundo de fantasías… Y no atiende en clase. Esto no habla de un “déficit” sino de otro modo de atender.

Y no sólo eso: el niño atiende en clase a cuestiones que pueden no interesarle demasiado. Es decir, la atención en la escuela se rige más por la obediencia a normas que por los deseos.

Entonces, ¿qué podemos hacer los adultos?

Debemos cuestionarnos acerca de las causas de las dificultades de los chicos y preguntarnos cómo podemos ayudar.

Muchas veces se intenta hacer un diagnóstico rápido y se pasa por alto el sufrimiento del niño. Se lo encasilla en un rótulo y le adjudican las conductas a un supuesto “déficit neurológico”. El chico pierde su identidad y todos dejan de preguntarse por lo que le pasa.

Por eso, pensar al niño en su contexto, escucharlo e investigar las causas de sus dificultades, parece ser clave para abrir nuevos caminos en el abordaje de la problemática.

Quizás, si armamos redes de adultos y repensamos la infancia de hoy, logremos darles a los chicos un futuro mejor.

Por Beatriz Janin, licenciada en psicología, presidente del III Simposio Internacional sobre Patologización de la Infancia. www.forumadd.com.ar

Comentarios

comentarios